La política, señores ─sigue hablando Mairena─, es una actividad
importantísima… Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último
término, el desdeño de la política mala que hacen trepadores y cucañistas, sin
otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes. Vosotros debéis
hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin
vosotros, y, naturalmente, contra vosotros. Sólo me atrevo a aconsejaros que la
hagáis a cara descubierta; en el peor caso con máscara política, sin disfraz de
otra cosa; por ejemplo: de literatura, de filosofía, de religión. Porque de
otro modo contribuiréis a degradar actividades tan excelentes, por lo menos,
como la política, y a enturbiar la política de tal suerte que ya no podamos
nunca entendernos.
Y a quien os eche en cara
vuestros pocos años bien podéis responderle que la política no ha de ser,
necesariamente, cosa de viejos. Hay movimientos políticos que tienen su punto
de arranque en una justificada rebelión de menores contra la inepcia de los
sedicentes padres de la patria. Esta política, vista desde el barullo juvenil,
puede parecer demasiado revolucionaria, siendo, en el fondo, perfectamente
conservadora. Hasta las madres -¿hay algo más conservador que una madre?-
pudieran aconsejarla con estas o parecidas palabras: “Toma el volante, niño,
porque estoy viendo que tu papá nos va a estrellar a todos -de una vez- en la
cuneta del camino”.
Juan de Mairena: sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, Antonio Machado, 1936.
Machado (2013), por Manuel Alcorlo. Óleo sobre tabla, 81x100 cm. Galería Van Dyck (Gijón).