lunes, 26 de marzo de 2012

Primavera en Redes: Inachis io vs. Primula vulgaris n'el camín d'Anciu...

          El pasado miércoles entró la primavera en el hemisferio norte y ya este fin de semana, mientras subía de camino hacia el colmenar que tengo en el camin d'Anciu, a la altura de la Pría’Roces, tuve ocasión de fotografiar algunos indicios reveladores y fieles a su cita anual.



Primroses (Primula vulgaris), acuarela fechada en 1988, por Steve Greaves.



            A ambos lados del camino surgen vistosas matas de Primula aculis o también Primula vulgaris, comúnmente la flor primavera, y aquí en Redes también la pan con quesu. Su nombre genérico y el común procede del latín prima (primera) por su temprana floración, ya que son de las primeras flores que surgen en la primavera. Se distribuye por el suroeste de Europa, Asia Menor y norte de África, apareciendo dispersa en la península ibérica, siendo frecuente en los territorios colinos y montanos del territorio asturiano.




Sello de las Islas Faroe, publicado el 22 de febrero de 2010.



            Ya en el colmenar, preparando la nueva temporada, una mariposa pavo real (Inachis io) se posó confiada sobre una chapa en la que trabajaba sobre unas alzas de miel. La mezcla de cera y miel residual fue su alimento durante más de veinte minutos. Inachis io es una mariposa tremendamente vistosa, de color rojizo en su parte superior en la que dispone dos ocelos para ahuyentar a los depredadores. En cambio, su parte inferior es absolutamente oscura. En primavera, tras hibernar, los individuos adultos ponen los huevos que una semana después romperán y las orugas se alimentarán fundamentalmente de ortigas. Se distribuye en la Europa y Asia templadas y puede llegar a encontrarse por encima de los dos mil metros.


viernes, 23 de marzo de 2012

Sobre Artemisia Gentileschi: poder, gloria y pasiones de una mujer pintora...

Ya mentada en una entrada anterior, en la que se anotó una recensión sobre la imprescindible Las olvidadas (Planeta, 2007) de la gijonesa Angeles Caso, Artemisia Gentileschi, primogénita del maestro toscano de la pintura barroca Orazio Gentileschi, nació en Roma el 8 de julio de 1593. Tiempo de contrarreforma y de peste, de mecenas cultivados, de venenos papales y de dagas. Difícil ser pintora en una época como aquella. Pero Artemisia era una romana libre. Pasó una infancia feliz, siempre en los aledaños de la plaza de Spagna, hasta que en 1605, su madre, Prudenzia Montoni, murió en su séptimo parto a los 30 años. Artemisia tenía 12. En vez de ser virgen, esposa, religiosa o prostituta (los cuatro roles atribuidos a las mujeres de entonces), decidió ser artista. Como su padre. Como aquel genio salvaje llamado Caravaggio, cuya pintura, según dicen sus biógrafos, le volvía loca.




Judith y su doncella (c. 1612-14), oleo sobre lienzo, en la Palatine Gallery, Palazzo Pitti, Florencia.



La espléndida exposición Artemisia, poder, gloria y pasiones de una mujer pintora, que se puede ver en el Musée Maillol de París hasta el 15 de julio y reúne 42 obras de Artemisia y una veintena de sus coetáneos más cercanos, explica que su fama personal, igual que pasó con Caravaggio, contribuyó a ocultar su arte a las generaciones posteriores. Todavía hoy, muchos de sus cuadros pertenecen a colecciones privadas. Pero, después de ser casi transparente durante 400 años, Artemisia brilla ahora con la luz de los grandes.

Más de cuatro siglos han pasado desde el año de la muerte de Caravaggio (1610), cuando Artemisia, que entonces contaba 17 años, firmó su primer cuadro. Se titula Susana y los viejos, y su mirada delicada, colorista y rebelde a la vez, asoma ya en esa escena viva, inmensa, en la que dos ancianos de mirada torva intentan seducir a una muchacha. Meses después, Artemisia fue violada por Agostino Tassi, un pintor que ayudaba a Orazio a decorar la casa del cardenal Scipione Borghese. Tassi se comprometió a casarse con la joven y a vivir con ella nueve meses. Pero Orazio le denunció ante el papa Pablo V. Toda Roma se enteró de la deshonra, pero a Artemisa no le importó. Se sometió a un proceso público que duró varios meses.




Susana y los viejos (1610), oleo sobre lienzo, 170 x 121 cm,  en Schloss Weissenstein, Pommersfelden (Bavaria), Alemania.



Tras ser condenado a cinco años de exilio y galeras pontificias su agresor —penas que nunca cumplió—, Artemisia se casa con el florentino Pierantonio Stiattesi, hijo de un zapatero, y se marcha a Florencia. En la corte del gran duque de Toscana, Cosme de Médicis, vivían Miguel Ángel Buonarotti y Galileo Galilei: bajo su influjo y amistad, la pintora se inscribe en la legendaria Academia del Dibujo. Tiene 23 años, y es la primera mujer de la historia que entra en ese Olimpo. En 1617, Artemisia es madre de tres hijos, pinta asiduamente para los Médicis y tiene un amante noble e intelectual, Francesco Maria Maringhi. Pero el marido se endeuda hasta las cejas y la pareja huye a Prato.
 
Desde allí, vuelta a Roma, donde Artemisia vive entre 1620 y 1626 en una casa cercana a la plaza del Popolo que un visitante describe como “digna de un gentilhombre”. Dos de sus tres hijos han muerto, y en 1622 el marido es acusado de haber herido en la cara a un español que cantaba una serenata bajo el balcón de la artista. Pronto se separarán. Ella se irá a Venecia y vivirá tres años de éxito entre los canales libertinos, antes de marcharse a Nápoles para ponerse al servicio de otro admirador de su pintura, el virrey español Fernando Enríquez Afán de Ribera, duque de Alcalá.




Venus dormida (1625), 94 x 144 cm, en la Barbara Piasecka Johnson Foundation, Princeton, New Jersey.


En el centro de Nápoles abre un taller en el que trabajan una docena de ayudantes y aprendices. Se hace amiga de Onofrio Palumbo, gran artista partenopeo, y durante 20 años forma a los mejores pintores del futuro, Cavallino, Spardaro, Guarino... Mientras sus coetáneos pintaban iglesias y capillas, Artemisia trabajó sobre todo para coleccionistas privados: el duque de Módena, los Médicis, los D’Este y el conde de Amberes, banqueros, nobles y príncipes europeos. Sus numerosas cartas y facturas atestiguan que fue una de las firmas más cotizadas de su tiempo. Los aristócratas se rifaban sus cuadros, casi todos de figuras femeninas, muchas veces desnudas y siempre llenas de fuerza. Algunas son de un erotismo dulcísimo. Otras son intensas, impetuosas y dramáticas. No hay una sola escena casera. Hay músicas, pensadoras, y muchos homenajes a mujeres bravas: Cleopatra, Diana, la Galatea, María Magdalena, Judith, Dalila, Betsabé…

          Su fama cruzó fronteras, y el rey Carlos I de Inglaterra ordenó contratarla. Pasó dos años en Londres, donde su padre era considerado el mayor maestro de su tiempo, hasta su muerte en 1639. Las crónicas dicen que el funeral de Orazio en Londres estuvo a la altura de los de Rafael y Miguel Ángel. Artemisia tuvo que cumplir sus propios encargos después de la muerte de su padre, aunque no hay obras que puedan asignarse con certeza a este periodo. Se sabe que Artemisia ya había abandonado Inglaterra en 1642, cuando se producían las primeras escaramuzas de la guerra civil.

          No se sabe mucho de sus movimientos posteriores. Se cree que partió definitivamente a Nápoles donde pasó el resto de su vida. Los historiadores saben que en 1649 estaba de nuevo en la ciudad partenopea, en correspondencia con Don Antonio Ruffo de Sicilia quien se convirtió en su mentor y buen comitente durante su segundo periodo napolitano. La última carta conocida a su mentor data de 1650 y deja claro que ella estaba aun plenamente en activo.

En 1649 andaba terminando su maravilloso autorretrato: parece una mujer de ahora mismo, con los labios pintados y el pelo corto. Según su biógrafa Alexandra Lapierre, “Artemisia rompió todas las leyes sociales y solo perteneció a su tiempo. A la conquista de su gloria y su libertad, con su talento y su fuerza creadora se convirtió en una de las pintoras más celebres de su época y en una de las más grandes artistas de todos los tiempos”.


Se pensó que Artemisia había muerto en 1653. Evidencias recientes, sin embargo, muestran que aún aceptaba encargos en 1654, aunque dependía cada vez más de su asistente, Onofrio Palumbo. Por lo tanto, puede especularse con su muerte en la devastadora plaga que asoló Nápoles en 1656 y virtualmente barrió a toda una generación de artistas napolitanos.

Su tumba se encontraba en la iglesia de San Juan de los Florentinos de Nápoles, que fue destruida tras la Segunda Guerra Mundial. En su lápida se podía leer Heic Artemisia (Aquí yace Artemisia).




Self-portrait as the Allegory of Painting, (1638-39), oleo sobre lienzo, 965 x 737 mm, en la Royal Collection, London.



domingo, 18 de marzo de 2012

Del colapso de las civilizaciones según Jared Diamond...

Releo con detenimiento (y subrayando) Colapso: porqué unas sociedades perduran y otras desaparecen (Debate, 2006) y se podrá tildar a esta entrada de tardía, por la fecha de edición del libro, o incluso de reiterada, por la insistencia con la que desde otras fuentes se ha aconsejado esta lectura, pero al igual que se siguen leyendo La Iliada, La República, o El origen de las especies, la obra de Jared Diamond, admitiendo su categoría inferior a las referidas, perfectamente merece el calificativo de recomendable.

Jared Diamond, Pulitzer en 1998, realiza un análisis de sociedades tanto pasadas como presentes, tratando de identificar las razones del éxito o fracaso de cada una de ellas. Diamond se aleja de explicaciones etnocéntricas simplistas enfocándose en factores ecológicos y culturales, señalando cinco factores principales que llevan al fracaso de las sociedades, demostrando, a través de numerosos ejemplos, que el factor común en el deterioro de todas las sociedades que desaparecieron fue el manejo inadecuado de sus recursos naturales.




En Ruanda, la sobrepoblación desembocó en violencia étnica y genocidio.



En el análisis de las sociedades pasadas Diamond identifica cinco conjuntos de factores implicados en su desaparición o supervivencia: deterioro ambiental, cambio climático, vecinos hostiles, socios comerciales amistosos, y respuesta de la sociedad a sus problemas ambientales. Si bien cada uno de estos conjuntos de factores puede aparecer como uno de los causantes del colapso de algunas de las sociedades analizadas por Diamond, el factor determinante y común a cada uno de los casos analizados fue el de la respuesta de la sociedad a sus problemas, particularmente a los problemas ambientales.

El primer conjunto de factores que señala Diamond es el deterioro ambiental causado por las actividades de origen antrópico. El grado y reversibilidad del impacto de la actividad antrópica depende tanto de la intensidad de dicha actividad como de las condiciones ecológicas del emplazamiento, esto es, su fragilidad y capacidad de recuperación.

El siguiente conjunto de factores estudiado por el autor se enmarcan dentro del cambio climático. Las condiciones climáticas varían tanto a lo largo del año, como a lo largo de escalas temporales mayores, así como consecuencia de eventos catastróficos tales como grandes erupciones volcánicas. Esos cambios en el clima tienen repercusiones tanto en la productividad de un ecosistema, como en su fragilidad y capacidad de recuperación, pudiendo mejorar o empeorar las condiciones de una sociedad determinada. Sin embargo, un deterioro de las condiciones ambientales pudiera poner en peligro la existencia de sociedades que no estén preparadas para afrontar estos cambios.

El tercer grupo de factores es el de presencia de vecinos hostiles. Gran parte de las sociedades están en contacto con otras, generándose conflictos que pueden ser intermitentes o crónicos. Una sociedad puede resistir los embates de otra mientras sea lo suficientemente fuerte en relación a la sociedad enemiga. El debilitamiento de una sociedad, su conquista por otra y su desaparición pueden haber sido causados por múltiples motivos, entre los cuales se encuentra el deterioro ambiental.

El cuarto conjunto de factores es el inverso del anterior, reducción del apoyo de sociedades vecinas amistosas. La mayor parte de las sociedades depende de alguna manera de sus vecinos para la importación de algún bien esencial para su funcionamiento o para el mantenimiento de lazos culturales que mantienen a la sociedad cohesionada. Cualquier modificación en el intercambio de bienes o nexos culturales podría debilitar a la sociedad poniendo en peligro su propia existencia.

          El quinto y último conjunto de factores se refiere a las respuestas que da una sociedad a sus problemas. Cada sociedad responde a sus problemas de manera distinta, dependiendo de sus instituciones políticas, económicas y sociales, y sus valores culturales.




Los problemas ambientales de la sociedad maya se acentuaron con la aparición de vecinos hostiles.



          Después de esta introducción, Diamond divide el libro en cuatro partes. En la primera realiza una descripción y análisis de los problemas ambientales del estado de Montana en los Estados Unidos de América, como un ejemplo de una sociedad moderna que forma parte del país más poderoso y desarrollado del mundo que, sin embargo, se encuentra en una encrucijada de caminos en cuanto a su desarrollo. ¿Cómo dejar atrás una economía basada en la minería, la explotación forestal y la producción agrícola y además subsanar los daños ambientales causados por esas mismas actividades?. Las compañías mineras no están dispuestas a pagar por los daños ambientales ocasionados a menos que sean obligadas a ello, y los ciudadanos de Montana no están dispuestos a apoyar regulaciones gubernamentales que los beneficiarían por una actitud tradicionalmente antigobierno que domina su cultura política. Las explotaciones forestales y las actividades agrícolas no son competitivas con respecto a otras regiones del país, generando pocos ingresos y convirtiendo a esta región en una de las más pobres de los EEUU, con lo cual el estado tiene pocos recursos para subsanar los daños ambientales. Sin embargo, individuos acaudalados de otras regiones del país están dispuestos a pagar fortunas por poder hacer uso de un paisaje  pristino y salvaje. El caso de Montana permite a Diamond introducir la idea central de su libro: para que las sociedades puedan afrontar exitosamente sus desafíos ambientales tienen que examinar sus valores culturales y escoger con cuales quedarse y cuales cambiar. Sociedades opuestas al cambio corren el riesgo de desaparecer. El análisis de la evolución de los conflictos en Montana y las diferentes actitudes de sus pobladores hacia los problemas nos permite imaginar lo que sucedió en las remotas sociedades del pasado.




Al contrario que en la República Dominicana, las dictaduras haitianas durante el siglo XX colapsaron el país.



La segunda parte del libro comienza con cuatro capítulos donde Diamond analiza en detalle el aporte de cada uno de estos cinco conjuntos de factores en la desaparición de sociedades antiguas. La primera sociedad estudiada es la de isla de Pascua (Capítulo 2), un caso bastante sencillo debido a su aislamiento de otras sociedades, lo que saca del análisis a vecinos hostiles y socios comerciales amistosos. Por otro lado, el cambio climático no pareciera haber tenido una influencia importante en el colapso de esta sociedad. La historia y colapso de la isla de Pascua es descrita por Diamond como “lo más parecido a un ocaso ecológico puro”, consecuencia de una total deforestación que condujo a guerras, derrocamiento de la élite y una muerte progresiva de la población.

Otra sociedad analizada en esta segunda parte es la de las islas de Pitcairn y Henderson (Capítulo 3), en donde Diamond desarrolla la importancia del efecto de pérdida de apoyo de sociedades vecinas amistosas en su colapso. A pesar de que estas dos islas presentaron cierto grado de deterioro ambiental, su colapso final fue desencadenado por el colapso ambiental de su principal socio comercial. 

La siguiente sociedad tratada en el libro corresponde a la sociedad Anasazi, en el sudoeste de los Estados Unidos de Norte América (Capítulo 4). Ayudado por investigaciones sobre paleoclima y analizando el ancho de los anillos de árboles utilizados por los Anazasi en la construcción de sus viviendas, Diamond puede construir un caso de colapso basado en la intersección de deterioro ambiental, crecimiento de la población y cambio climático. 

El análisis de la sociedad maya (Capítulo 5) ilustra los efectos combinados del deterioro ambiental, crecimiento de la población y cambio climático, con el agravante de la aparición del factor de sociedades vecinas hostiles.

Esta segunda parte del libro continua con una serie de tres capítulos (Capítulos 6, 7 y 8), en los que Diamond realiza un análisis profundo del desmoronamiento de la Groenlandia noruega, evaluando los cinco conjuntos de factores: deterioro medioambiental, cambio climático, perdida de contacto con Noruega, hostilidades con la población Inuit, y el propio escenario político, social y cultural de la Groenlandia noruega. El análisis de la Groenlandia noruega nos aporta la oportunidad de comparar el desenvolvimiento y diferente desenlace de dos sociedades compartiendo el mismo hábitat, pero con estrategias de vida distintas, la sociedad noruega y la sociedad Inuit. La sociedad noruega era altamente jerárquica cuya estricta adherencia al cristianismo europeo la impermeabilizó a la influencia cultural de los Inuit, que utilizaban los recursos disponibles de una manera más sustentable. Los noruegos utilizaron los recursos de manera irracional basándose en su uso tradicional en Noruega. Siguieron con sus hábitos alimentarios tradicionales con dependencia en recursos alimentarios como el ganado vacuno y sus productos derivados, y no aprovecharon recursos disponibles como el pescado. La falta de capacidad de adecuación y aprendizaje de los noruegos, además de problemas ambientales y de cambio climático, fueron los principales causantes de su colapso. Diamond a su vez realiza un análisis de las cinco sociedades fundadas en el Atlántico Norte por colonos noruegos, el desarrollo de las mismas y su desenlace final. Quizás una de las historias de éxito más impresionantes de una de estas sociedades nórdicas del Atlántico Norte sea la de Islandia, la que, a pesar de encontrarse en un entorno extremadamente frágil de difícil recuperación, y haber estado al borde del colapso, pudo rehacerse y actualmente es una sociedad con un alto nivel de prosperidad. 




 
En Groenlandia, los Inuit, al contrario que los noruegos, emplearon los recursos de manera sostenible.



La tercera parte de Colapso pasa a analizar la situación de las sociedades modernas que se encuentran en situaciones muy diferentes tanto desde el punto de vista de sus problemas ambientales, soluciones a los mismos, y perspectivas de futuro. La situación en Ruanda (Capítulo 10) es un ejemplo claro de las consecuencias de un crecimiento poblacional descontrolado que apoyado en una tradicional violencia étnica, desembocó en un genocidio. El deterioro ambiental y el cambio climático fueron los catalizadores de un odio étnico descontrolado. Diamond ha sido claro en señalar que, para el caso de Ruanda, la predicción malthusiana de que los problemas demográficos y ambientales creados por el uso no sostenible de los recursos naturales, podrían ser resueltos de cualquier manera, civilizada o no, ha sido acertada.

La comparación entre las sociedades de República Dominicana y Haití (Capítulo 11), que comparten el territorio de la isla la Española, es un ejemplo más del contraste en cuanto a los resultados de culturas e historias de manejo de los recursos naturales distintos en un mismo territorio. Aunque Diamond deja claro que las condiciones ambientales de los territorios de Haití y República Dominicana son distintas, ocupando Haití áreas con condiciones más secas, suelos más pobres, frágiles y con menos capacidad de recuperación, también es claro en señalar la importancia de las distintas historias de uso de los recursos, grado de explotación, densidad poblacional y decisiones políticas en el resultado final de deterioro de las condiciones de vida de la población. Haití durante la época de la colonia era la joya de Francia y de ésta salían grandes cargamentos de azúcar y otros bienes para Francia. Francia exportó grandes cantidades de esclavos de origen africano como mano de obra para la producción agrícola en Haití. Por otro lado, en el siglo XX Haití fue gobernado bajo las fieras dictaduras de Francois Papa Doc Duvalier y luego su hijo Jean Claude Baby Doc Duvalier, que explotaban el país y a sus ciudadanos para su bien personal. El resultado es un territorio depauperado de sus recursos naturales y con una gran densidad poblacional. La receta ideal para un desastre.

La historia de República Dominicana fue distinta desde un comienzo, al ser tratada por España como un territorio marginal y sin importancia, donde no hubo ni grandes explotaciones agrícolas ni un incremento sustancial en el tamaño de la población humana. Santo Domingo era un plácido y tranquilo territorio de ultramar de la colonia española. Por otro lado, si bien los más importantes e influyentes gobernantes de Santo Domingo durante el siglo XX, Rafael Trujillo y Joaquín Balaguer, no fueron menos crueles y corruptos que los Duvalier, desarrollaron un país moderno y con una economía industrial, y tenían un interés personal en la conservación de la naturaleza, promoviendo un sistema importante de parques nacionales. En la actualidad, República Dominicana tiene una gran cantidad de áreas protegidas que proveen al país de servicios ambientales que podrán ser usados de manera sustentable para el desarrollo futuro del país. La situación de República Dominicana y Haití no podría ser más distinta.

          Los capítulos sobre China (Capítulo 12) y Australia (Capítulo 13) son de sumo interés, ya que ilustran dos ejemplos de sociedades modernas con respecto a sus problemas y desafíos, y la manera como los están abordando. China le sirve de ejemplo a Diamond para describir los doce tipos de problemas ambientales modernos, todos ellos presentes en el país,  señalando que el objetivo de China de colocar a sus más de 1300 millones de habitantes en niveles de desarrollo y consumo del primer mundo es insostenible, ya que duplicaría la demanda mundial actual de recursos naturales, siendo ya la actual demanda probablemente no sustentable en un futuro no muy lejano. Sin embargo, Diamond es optimista basándose en la capacidad de China de instituir políticas y decisiones a nivel nacional como lo demuestra la prohibición nacional de deforestación establecida en 1998.

          También utiliza a Australia para su análisis de sociedades modernas, ya que ejemplifica de una manera clara, los cinco factores implicados en la desaparición o permanencia de las sociedades. Australia tiene los suelos con los niveles de nutrientes más bajos, las tasas de crecimiento vegetal más lentas y una de las productividades más bajas del planeta. Además, su puvliosidad es escasa, sus suelos están altamente salinizados y ha sido devastada por la introducción de especies invasoras. Por otro lado, Australia está explotando sus recursos naturales: pastos, bosques y pesquerías, como si se tratara de una explotación minera, esto es, con tasas de explotación que superan la regeneración de los mismos. Si se mantienen las tendencias actuales tanto los bosques como las pesquerías desaparecerán en un futuro no muy lejano. Si bien mucho de los problemas ambientales son ya irreversibles, Australia está tratando de desarrollar prácticas agrarias ecológicamente sostenibles y como sociedad está resuelta a enfrentar sus problemas y a reestructurar su sociedad para lograr ese objetivo.




La autocracia china trata de colocar a su más de 1300 millones de habitantes en niveles de desarrollo primermundistas.



En la cuarta y última sección de Colapso presenta algunas lecciones prácticas aprendidas de las experiencias de las sociedades pasadas que pudieran servirnos en la actualidad. En el capítulo 14, Diamond hace un análisis de las razones por las cuales una sociedad pudiera tomar decisiones catastróficas. Analiza las preguntas: ¿Cómo es posible que una sociedad no consiguiera percibir los peligros que retrospectivamente nos parecen tan evidentes? ¿Podemos decir que su final fue culpa de los propios habitantes o que, por el contrario, fueron victimas trágicas de problemas insolubles? ¿Cuánto deterioro ambiental del pasado era no intencionado o imperceptible, y cuánto estuvo porfiadamente forjado por personas que actuaban con plena conciencia de las consecuencias? Diamond resume las respuestas a esas preguntas en cuatro escenarios básicos:

  1. Fracaso de las sociedades en anticipar los problemas que sus acciones ocasionarían;
  2. Fracaso de las sociedades en percibir un problema que ya está ocurriendo;
  3. Fracaso de las sociedades en el intento de resolver un problema una vez éste es identificado;
  4. Fracaso de las sociedades en encontrar una solución viable al problema.

Posteriormente, en el mismo capítulo, analiza los ejemplos de colapso de sociedades descritas en los capítulos previos, y como cada uno de ellos se ajusta a uno o más de los cuatro escenarios propuestos por él para explicar las razones que llevan a una sociedad a no solucionar los problemas ocasionados por ella misma. Quizás los conceptos más interesantes que Diamond aborda en este capítulo son los de ‘normalidad progresiva’ y ‘amnesia del paisaje’ donde los cambios y tendencias son tan lentos y progresivos que las sociedades se acostumbran a ellos y no los perciben como una amenaza.

Uno de los capítulos más importantes y controvertidos del libro es el que trata del papel de las empresas modernas (Capítulo 15), desde el punto de vista de su relación con la sociedad y el medio ambiente, y cuáles son los factores determinantes para que estas desarrollen prácticas perjudiciales o beneficiosas con el medio. Para ello, Diamond analiza las empresas petroleras, la minería del metal y el carbón, la industria maderera y la industria pesquera, apuntando que las compañías de extracción de recursos adoptan medidas beneficiosas con el medio ambiente sólo cuando éstas les permiten tener más rentabilidad y tener acceso a largo plazo a campos de producción. Un ejemplo es el de la industria petrolera, analizando dos compañías, una cuyas actividades eran realmente perjudiciales al ambiente en Indonesia, y la otra, cuyas actividades resultaron ser en extremo beneficiosas para la conservación de extensas áreas de Papua Nueva Guinea. La diferencia en las acciones de ambas compañías radicaba básicamente en como ellas realizaban el cálculo en cuanto a rentabilidad. La empresa con políticas beneficiosas al ambiente calculaba el costo de la reparación de daños ambientales que pueden ascender a miles de millones de dólares basándose en la experiencia que limpiar la contaminación es, por regla general, mucho más cara que evitarla y con base a la importancia de la opinión pública en la toma de decisiones que pudieran afectar la viabilidad de la concesión petrolera. Tomando en cuenta que la inversión inicial de desarrollo de un campo petrolero la perspectiva de recuperación de la inversión es a largo plazo, cualquier daño ambiental o accidente que generara un gasto extremo o un cambio en la opinión publica podría poner en peligro la viabilidad de la explotación a mediano y largo plazo.

En el último capítulo (Capítulo 16), Diamond hace una reflexión de la relevancia de la información aportada por el libro para el mundo en el que vivimos, exponiendo todos los problemas ambientales a los que nos enfrentamos. Comienza señalando el grave problema de la reducción de los hábitats naturales y sus consecuencias, en cuanto a la reducción de la calidad y cantidad de los servicios ambientales aportados por éstos tanto directamente como indirectamente. Analiza el problema de la reducción de los stocks de pescado y mariscos, fuente importante de proteínas de la humanidad, erosión y deterioro de los suelos aumentando su fragilidad y reduciendo su capacidad de recuperación, y la pérdida de la diversidad biológica. Por otro lado, enumera las limitaciones para un crecimiento ilimitado de la población humana, o su consumo de recursos, con base en las limitaciones en cuanto a la capacidad de generar energía, cantidad de agua dulce disponible, y los límites en cuanto a la capacidad fotosintética, esto es la capacidad de producir alimentos de origen vegetal.

Otros problemas ambientales no menos graves son los relacionados con las consecuencias de nuestra actividad y el aporte que hacemos al ambiente. Especialmente Diamond analiza los problemas de los productos químicos tóxicos, emisión de gases a la atmósfera y la introducción de especies invasoras. Por último, Diamond hace un análisis del problema tanto del aumento del tamaño de la población humana como del aumento del impacto per cápita de esa población.

Cada uno de los problemas señalados por Diamond se relacionan entre si y terminarán por limitar la forma en que vivamos en un futuro no muy lejano. La pregunta clave de Diamond es si dichos problemas acabarán siendo resueltos de una manera civilizada o catastrófica. Si bien los problemas por los que pasaron las sociedades pasadas y sus capacidades para abordarlos no son comparables con los actuales, también es cierto que en la actualidad hemos incrementado tanto nuestra población como nuestra capacidad de afectar el ambiente, esto es, tenemos la capacidad de ser mucho más dañinos. Por otro lado, ya no vivimos en un mundo con sociedades que pueden estar claramente delimitadas como la isla de Pascua, cuyo colapso no afecta más que a sus ciudadanos; vivimos en un mundo globalizado donde los problemas ocasionados en cualquier parte del planeta pudieran tener alguna repercusión directa o indirecta en nuestras vidas. Esto, según Diamond, es nuestra gran desgracia y nuestra gran ventaja. Desgracia, ya que nuestras sociedades están tan interrelacionadas que el riesgo de declive y colapso es mundial. Sin embargo, esto a su vez es nuestra gran ventaja, ya que las lecciones aprendidas, la tecnología y los recursos de una sociedad pueden ser aplicadas a otras y así evitar el colapso de todas. Para resolver los problemas en otro, tenemos que utilizar los recursos financieros de un país para resolver problemas en el otro.

Diamond compara nuestra situación con la de un ‘polder’, los terrenos de cultivos arrebatados al mar en Holanda. Para que un ‘polder’ no se vuelva a inundar de agua salada se requiere de un intrincado sistema de diques y bombas. Los habitantes de cada ‘polder’ son los encargados del buen funcionamiento de las bombas. En el ‘polder’ la supervivencia de todos depende de cada uno de los ciudadanos independientemente de su status social, político o económico. Si un dique se revienta o las bombas dejan de funcionar el ‘polder’ y sus ciudadanos desaparecen. Diamond asegura que a pesar de que nuestros problemas ambientales actuales son serios, no son irresolubles. Los conocemos y tenemos la tecnología para resolverlos. Se necesita solamente conciencia ciudadana y voluntad política para resolverlos.

Podemos quizás no estar de acuerdo con Diamond con respecto a la selección de sus ejemplos de sociedades, al tratamiento en cuanto a la importancia de cada uno de los factores implicados en su éxito o fracaso, o a sus conclusiones finales. Sin embargo, el libro constituye un texto imprescindible para entender la problemática ambiental del mundo actual y las posibles repercusiones de la acción o inacción de las sociedades actuales, basándonos en las experiencias tanto de sociedades pasadas como presentes.


 El artículo original fue publicado en la Revista Geográfica Venezolana, Vol. 48 (2), 2007.

lunes, 12 de marzo de 2012

Sobre legiones flotantes de ángeles y arcángeles...


“Leí en la biblioteca de la Universidad [de Oviedo] la Iliada, de Homero, traducida en verso libre por Hermosilla. Aunque tiene fama esta traducción de indigesta, me causó extremado placer. La edición era excelente, lujosa, y esto contribuye más de lo que generalmente se cree para hacernos amables los libros. Por espacio de algunos días viví en constante embeleso entre aquellos héroes tan divinos y aquellos dioses tan humanos. Sobre todo las diosas hicieron verdaderos estragos en mi imaginación infantil y lograron rápidamente convertirme al gentilismo. Fui un empedernido pagano por más de dos meses, sin que mi familia ni mis profesores pudieran sospecharlo. ¡Cuál gritaría nuestro descomunal y fragoroso catedrático de Religión y Moral si supiese la gente que frecuentaba mi cerebro! Quise leer también en la misma biblioteca El paraíso perdido, de Milton, traducido por el canónigo Escoiquiz, pero no fue posible. Me aburrió infinitamente. Yo era entonces, como acabo de manifestar, un pagano que quemaba incienso en los altares de los ídolos. Aquellas legiones flotantes de ángeles y arcángeles suspendidos en los espacios, sin tierra donde apoyarse, me parecían tristes volatineros...”

(Armando Palacio Valdés, 1853-1938)




Imagen tomada en el Teatro Armando Palacio Valdés, Avilés (Asturias), edificio
neobarroco proyectado por el arquitecto Manuel del Busto e inaugurado en 1920,
declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento el 28 de diciembre de 1982.


sábado, 10 de marzo de 2012

Sobre abejas exploradoras, abejas conquistadoras y la genética de Apis mellifera...

En la última edición de Science se publican los resultados de un estudio realizado por un equipo internacional de investigadores sugiriendo que las emociones no se limitan únicamente a los seres humanos y a otros vertebrados. Algunas abejas son, también, más propensas que otras a buscar aventuras. Los cerebros de estas abejas, que se sienten atraídas por la novedad, presentan distintos patrones de actividad genética en las vías moleculares asociadas con la búsqueda de emociones. Los resultados ofrecen una nueva visión de la vida interior de las colmenas, que tradicionalmente venía siendo descrita como una colonia de trabajadoras, altamente jerarquizada, en el que cada abeja tiene un papel específico (nodriza, limpiadora, pecoreadora, por ejemplo) para servir a su reina.



Agrupando abejas mediante ruidos de metal, por Wenceslaus Hollar (Praga, 1607-Londres, 1677).
 


Según Gene Robinson, profesor de Entomología y director del Instituto de Biología Genómica y director del estudio, parece que las abejas como individuo, en realidad, difieren en su deseo o voluntad de realizar determinadas tareas, Según el experto, estas diferencias pueden deberse, en parte, a la variabilidad en las personalidades de las abejas. 

Robinson y sus colaboradores estudiaron dos comportamientos de búsqueda de novedad en las abejas melíferas: la exploración en la búsqueda de una nueva colmena y la recolección de néctar. Cuando una colonia de abejas deja atrás su antigua colmena, es debido a que la colonia se divide y el enjambre saliente debe encontrar un nuevo hogar. En este momento de crisis, algunas abejas intrépidas -menos del 5% del enjambre- se dedican a la exploración de una nueva ubicación para la colonia. Estas abejas, llamadas exploradoras de nidos, son, en promedio, 3.4 veces más propensas a convertirse, también, en exploradoras de comida. 

Los investigadores querían determinar la base molecular de estas diferencias en el comportamiento de las abejas melíferas, y para ello utilizaron análisis de microarrays para buscar diferencias en la actividad de miles de genes en los cerebros de las abejas exploradoras. Según Robinson, "esperábamos encontrar algunas, pero la magnitud de las diferencias fue sorprendente, teniendo en cuenta que tanto las exploradoras, como las no exploradoras, son también recolectoras". Entre los muchos genes expresados diferencialmente se encontraron las catecolaminas, el glutamato, y la señalización del ácido gamma-aminobutírico (GABA). Los investigadores se centraron en ellos porque en los vertebrados están involucrados en la regulación de búsqueda de la novedad y la respuesta a la recompensa. 

Para determinar si los cambios de señalización en el cerebro causan la búsqueda de novedad, los investigadores sometieron a los grupos de abejas a tratamientos para aumentar o inhibir estas sustancias químicas en el cerebro. Dos tratamientos, con glutamato y octopamina, aumentaron el deseo de exploración en abejas que no habían explorado antes. Por otro lado, el bloqueo de la señalización de la dopamina disminuyó el comportamiento de exploración.

Los resultados, finalmente, también sugieren que insectos, seres humanos y otros animales hacen uso del mismo sistema genético en la evolución del comportamiento. Los genes que codifican ciertas vías moleculares pueden desempeñar un papel en los mismos tipos de comportamientos, pero cada especie se adapta, posteriormente, de una manera distintiva.


jueves, 8 de marzo de 2012

Sobre las olvidadas, una historia de mujeres creadoras según Ángeles Caso...

Esta mañana leo a Ángeles Caso en la sección de opinión de El País. La gijonesa, licenciada en Historia del Arte y escritora, autora del ensayo Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras (Planeta, 2007), repasa con acierto la vida de todas esas mujeres excepcionales que precedieron a las creadoras del mundo actual y que sufrieron la hostilidad hacia la cultura femenina. 

          "Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro". Han tenido que pasar casi tres mil años para que esa frase de Safo a sus compañeras poetas se convierta en realidad. Entretanto, generaciones y generaciones de mujeres vivieron confinadas en el silencio, la ignorancia y la sumisión al poder masculino. Sin embargo, muchas escaparon a las normas y trataron de desarrollar su inteligencia y su talento, logrando comunicarse a través de sus propias obras. Mujeres creadoras y sabias, escritoras, artistas o compositoras que se rebelaron contra el orden imperante y tuvieron que vivir entre dudas, temores y persecuciones. Algunas llegaron a obtener el reconocimiento de sus contemporáneos, como Hildegarda de Bingen, consejera de papas y emperadores, Cristina de Pisan, cronista de la historia de Francia, Beatriz Galindo, preceptora de latín de Isabel la Católica, etc. Pero la historia las borró de sus índices, postergándolas de nuevo en el silencio del que ellas había intentado huir. Ángeles Caso rastrea la vida de todas esas creadoras.




Jael and Sisera (circa 1620), por Artemisia Gentileschi (Roma, 1593-Nápoles, hacia 1656),
oleo sobre lienzo, 86x125 cm, en el Museum of Fine Arts de Budapest, Hungría.



Un amanecer de hace 25.000 años, en algún lugar cercano a lo que hoy llamamos el mar Cantábrico, un grupo de hombres —seguro que eran hombres— se abrió paso monte arriba entre los acebos y los tojos, camino de una gruta en cuya oscuridad se adentraron valientemente, iluminándose con grasientas teas. Aquella mañana milagrosa, sobre las paredes de la caverna dejaron la representación pintada o grabada de los animales de su entorno, caballos, bisontes o ciervos. Y una curiosa cantidad de siluetas de manos, que lograron hacer colocando sus palmas contra la piedra y escupiendo alrededor pigmento de ocre.

Sí, el arte paleolítico lo hicieron los varones. Eso es lo que siempre imaginamos: eran ellos quienes se dedicaban a esa actividad religioso-artística. Hombres. Cazadores y brujos, y también pintores. Pero ¿por qué ellos? ¿Hay pruebas que demuestren esa autoría masculina? Existen pruebas, en efecto, pero no en ese sentido. Los expertos siempre pensaron que, dadas las diferencias de tamaño, buena parte de las manos plasmadas en las cavernas debían de ser manos de mujer. Ahora, un programa informático diseñado por científicos del Centre National de la Recherche Scientifique (el CSIC francés) lo ha demostrado: algo más de la mitad de esas siluetas corresponden, por sus medidas y su morfología, a cuerpos femeninos. Las mujeres estuvieron allí, y podemos suponer que participaron igualmente en la representación de otras figuras. En el paleolítico hubo mujeres “artistas”, que pintaron en las grutas entremezcladas con los hombres. Si nunca nos las imaginamos en esa tarea, es sin duda a causa de ese prejuicio tan asentado en nuestros cerebros que nos lleva a creer que casi todas las cosas importantes de la humanidad —salvo parir— las han hecho los hombres.




Labourage nivernais; le sombrage (1849), por Rosa Bonheur (Bordeaux, 1822-Thomery, 1899),
oleo sobre tabla, 134x260 cm, en el Musée d'Orsay de Paris, Francia.



Les pido que ahora nos acerquemos por un instante al ámbito tenebroso de los monasterios medievales, donde los monjes se dedicaron durante siglos a preservar la cultura y la tradición escrita y a crear pacientemente las extraordinarias ilustraciones de los códices miniados. De nuevo los hombres. ¿Seguro...?. También en este caso los hechos demuestran algo diferente: sabemos para empezar que, hasta el siglo XIII, los monasterios europeos eran dúplices, es decir, cobijaban —aunque en edificios separados— a monjes y monjas. Ambos sexos compartían el trabajo en los scriptoria, los talleres donde se copiaban e iluminaban los manuscritos. La mayor parte de ellos carecen de firma, lo que hace imposible su atribución. Pero algunos contienen sorpresas: por ejemplo, el códice de los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana que se conserva en la catedral de Gerona y que es una obra maestra del género. El libro se terminó el 6 de julio de 975 en el scriptorium del monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora), y está firmado por “Emeterio, monje y sacerdote” y “Ende, pintora (pictrix) y sierva de Dios”. Un primer nombre de mujer para la historia del arte español.

Qué misteriosa, Ende. Pero su existencia brumosa no es, como podría parecer, una anomalía irrepetible. Por supuesto que la presencia femenina en el mundo de las artes europeas fue rara hasta finales del siglo XIX, igual que lo fue en cualquier otra actividad que supusiera beneficios cuantiosos y prestigio social. Rara, pero real. Aunque apenas las conozcamos, hubo un notable puñado de mujeres, sin duda valientes, que a lo largo de los siglos pintaron o esculpieron. Mujeres que casi siempre habían aprendido el oficio de manos de sus propios padres en el taller familiar.

Ellas compitieron codo a codo con los hombres por lograr el apoyo de los grandes mecenas, los monarcas, la aristocracia y el alto clero. A veces fueron vapuleadas y tratadas con desprecio. Algunas abandonaron ante las presiones sociales. Otras permanecieron ocultas tras la figura del padre o del marido. Pero también las hubo que defendieron con uñas y dientes su talento y lograron imponerse como artistas de éxito en un mercado en el que la lucha por hacerse con los encargos era feroz. Unas cuantas llegaron a ser reconocidas en toda Europa, vivieron viajando de un país a otro, solicitadas de todas partes, y se construyeron sólidas fortunas.




 La femme aux bas blancs (1924), por Suzanne Valadon (Bessines-sur-Gartempe, 1867-París, 1938),
oleo sobre lienzo, 73x60 cm, en el Musée des Beaux-Arts de Nancy, Francia. 



Ahí están, como pequeños rayos de luz lunar en ese universo mayoritariamente masculino, Sofonisba Anguissola (1532-1625), que durante 13 años retrató a los miembros de la familia de Felipe II. Lavinia Fontana (1552-1614), que pintó para el Papa Clemente VIII y llegó a cobrar por sus retratos lo mismo que el gran Van Dyck. Artemisia Gentileschi (1593-1652), que ganó tanto dinero con sus espléndidos cuadros que pudo casar a sus hijas con nobles españoles, previo pago de enormes dotes. Judith Leyster (1609-1660), que alcanzó un gran éxito en Holanda. Luisa Roldán, La Roldana (1652-1704), exquisita escultora de cámara —el máximo honor de la época— de Carlos II y de Felipe V. Rosalba Carriera (1675-1757), favorita en muchos palacios e introductora de la técnica del pastel en la Francia del rococó. Angelica Kauffmann (1741-1807), que se enriqueció en Inglaterra con sus obras neoclásicas. Elisabeth Vigée-Lebrun (1755-1842), retratista preferida de María Antonieta y codiciada por la nobleza de toda Europa. Constance Charpentier (1767-1849), premiada en varios de los famosos salones parisinos de su tiempo. O Rosa Bonheur (1822-1899), famosísima en medio mundo gracias a sus cuadros de animales.

Son únicamente algunos nombres del notable grupo de mujeres que precedieron a las impresionistas y post-impresionistas —Berthe Morisot, Mary Cassat, Eva Gonzalès, Camille Claudel, Lluïsa Vidal o Suzanne Valadon— y a las artistas de las primeras vanguardias. Solo entonces, a finales del siglo XIX, cuando la condición femenina comenzaba lentamente a cambiar, empezaron a aparecer en las escuelas de arte decenas de muchachas que aspiraban a convertirse en artistas, ya no como “rarezas”, sino como auténticas iguales y colegas de los hombres. Solo entonces, a algunos no le quedó más remedio que poner en duda la idea tan extendida —y aún no del todo derrotada— de que el sexo femenino no estaba capacitado para la creación artística. “El arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues esas cosas solo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre rara en ellas”, había escrito Boccaccio. Un pensamiento que repitieron una y otra vez a lo largo de los siglos muchos hombres ingeniosos. (Y sospecho que un tanto misóginos.)

Todas esas mujeres fueron reales. Existieron. Pintaron o esculpieron. Y triunfaron. La gran pregunta es por qué no aparecen en la mayor parte de los libros de historia del arte. Y por qué no vemos sus obras en los museos. Supongo que la respuesta la tienen los hombres que, mayoritariamente, han ejercido como historiadores, críticos y conservadores hasta tiempos muy recientes. Ellos, defensores conscientes o inconscientes del androcentrismo en la cultura, han relegado a las escasas artistas históricas al olvido. Han omitido sus nombres en sus estudios, han arrumbado sus cuadros en los depósitos o los han colgado en los rincones más oscuros de las salas. Y a veces, los han expuesto bajo los nombres de grandes maestros, por supuesto varones: sin ir más lejos, en el Museo del Prado han “aparecido” en los últimos años dos espléndidos retratos de Sofonisba Anguissola y uno más que se le atribuye, cuadros que siempre se habían considerado obras de otros pintores.

Sí, ya sé, ya sé, el eterno recelo: es cierto que ninguna de ellas llegó a ser Leonardo o Velázquez o Goya. No hubo ningún genio entre esas pintoras. Pero quienes afirman eso suelen olvidar que su número fue mucho menor que el de los hombres, su lucha mucho más intensa y probablemente su autoestima infinitamente más débil. Y que, desde luego, tampoco la mayoría de los artistas masculinos que aparecen en los manuales de historia del arte y que cuelgan en los museos fueron Leonardo, ni Velázquez, ni Goya. Y, sin embargo, ahí están. Visibles y recordados, aunque no fueran los mejores, mientras ellas descansan todavía, en buena medida, en el limbo —tan femenino— de la inexistencia.



domingo, 4 de marzo de 2012

Sobre tragedias que no se repiten como farsas...

“Si el pasado no tiene nada que decir al presente, la historia puede quedarse dormida, sin molestar, en el ropero donde el sistema guarda viejos disfraces. El sistema nos vacía la memoria, o nos llena de basura, y así nos enseña a repetir la historia en lugar de hacerla. Las tragedias se repiten como farsas, anunciaba la celebre profecía. Pero entre nosotros, es peor: las tragedias se repiten como tragedias”.

(Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, 1989)



viernes, 2 de marzo de 2012

Sobre la teoría del caos, el efecto mariposa, Edward Lorenz y las lavadoras…

          El estudio del caos se considera uno de los más importantes avances científicos del siglo pasado. ¿Quién no ha oído hablar de la célebre mariposa que aleteando en Brasil provoca un mes después un tornado en Texas? Existe una gran cantidad de fenómenos naturales no explicables con la ayuda de las teorías clásicas, sino mediante la simulación de los procesos que los generan. El caos es un tremendo generador de fenómenos y su simulación y estudio han modificado profundamente la manera en que los científicos conciben el universo.

          En otras épocas, la observación de los fenómenos naturales se hacía bajo un enfoque determinista: no se consideraba ningún elemento del azar y se infería la facilidad de realizar predicciones exactas acerca del funcionamiento de los sistemas. Pero el caos demostró que procesos considerados hasta ese momento como puramente deterministas (es decir, sujetos a reglas) podían funcionar sencillamente al azar. A estos procesos se los denominó procesos de caos determinístico.



Parnassius apollo asturiensis (Linnaeus, 1758), especie endémica de la Cordillera Cantábrica
en alturas comprendidas entre los 700 y 2000 m, y con una envergadura alar de hasta 85 mm.
(Imagen de José María Zapico Ordóñez).



          El punto de partida para la teoría del caos es la extraordinaria importancia que se concede a las condiciones iniciales. Se sabe cómo se empieza, pero no cómo se acaba, o sea, la más minúscula variación puede ser amplificada de forma inesperada y conducir a distintos resultados. Esto significa que a pesar de que los sistemas caóticos son predecibles a corto plazo, como sucede por ejemplo con la meteorología, se hacen cada vez más impredecibles a medida que transcurre el tiempo.

          Esta nueva visión contrasta con la idea anterior de que los sistemas estocásticos (regidos por el azar) eran impredecibles en cualquier escala temporal. Por ejemplo, si para cualquier especie relacionamos el número de hijos que sobrevive por pareja con el tiempo, observaremos cómo la densidad de población mantiene un estado de equilibrio estable cuando se estudian periodos cortos de tiempo. En cambio, cuando estos lapsos temporales son mayores la variable densidad tiende al caos y se vuelve impredecible.

          La teoría del caos surge de las matemáticas y la física durante la segunda mitad del siglo XX para estudiar comportamientos no lineales, impredecibles o aleatorios. Desde esta perspectiva, el caos no se entiende como ausencia de orden, sino como cierto tipo de orden de características impredecibles, pero descriptibles, tales como los movimientos de las partículas en un fluido, el clima, o incluso las trayectorias irregulares de cuerpos celestes.

          Paradójicamente, en su sistema caótico existen reglas, pues cada vez que se procesan los mismos datos iniciales, el sistema arroja exactamente los mismos resultados. El caos sólo aparece cuando se modifican las condiciones de entrada, aun así el caos se mantiene dentro de un intervalo, es decir, se encuentra acotado.

          En la vida cotidiana también nos podemos encontrar con diversos sistemas caóticos acotados u ordenados, con los que convivimos a diario, como por ejemplo una lavadora. Esta siempre se mantendrá en el mismo rango energético, por lo que se puede considerar un sistema controlado. Sin embargo, el sistema caótico de la lavadora permite que el agua no siga patrones determinados para enjuagar la ropa. Si se tuviese un flujo constante y periódico de esta función, a alguna fracción de la colada no le llegaría la fuerza del agua o la agitación, concentrándose únicamente en determinadas zonas del tambor. Si la colada girase en una circunferencia específica no se lavaría adecuadamente, pero por tratarse de un sistema caótico el agua y el detergente van de un lado a otro de manera aleatoria, logrando un lavado más uniforme.

          Las dinámicas caóticas han sido comprobadas en laboratorios y sus sistemas vienen siendo repetidamente simulados. Pero ¿qué papel deben desempeñar las teorías del caos en el variable y “ruidoso” mundo natural? Por ahora, los estudios no son lo suficientemente profundos y no existe suficiente material que ayude a conocer la importancia de la teoría del caos en los trabajos de campo. En efecto, en las condiciones de este tipo de trabajos el papel del caos no es fácil de distinguir ya que en muchas ocasiones se confunde con condiciones ambientales muy complejas.



El atractor de Lorenz, concepto introducido por Edward Lorenz en 1963, muestra cómo el estado de un sistema dinámico
(las tres variables de un sistema de tres dimensiones) evoluciona de forma compleja en el tiempo sin que se repita patrón alguno.



El tiempo atmosférico (no confundir con el clima), además de ser un sistema dinámico, es muy sensible a los cambios en las variables iniciales, es un sistema transitivo y también sus órbitas periódicas son densas, lo que hace del tiempo un sistema apropiado para trabajarlo con matemática caótica. La precisión de las predicciones meteorológicas es relativa, y los porcentajes anunciados tienen poco significado sin una descripción detallada de los criterios empleados para juzgar la exactitud de una predicción. Al final del siglo XX se hizo común atribuirles una precisión de entre 80 y 85% en plazos de un día. Hoy se encuentran próximos al 90% y manejan más de un millón de variables.

          El meteorólogo Edward Lorenz (1917-2008) fue el primero en registrar un caso conocido de comportamiento caótico. Lorenz empezó su trabajo posdoctoral en 1948 en el Departamento de Meteorología del Massachusetts Institute of Technology. En 1955 fue nombrado director de un proyecto para la predicción estadística del clima, un campo en el que su departamento era pionero. Siguiendo el ejemplo de los astrónomos de los siglos XVIII y XIX, Lorenz estimó las soluciones por medio de cálculos manuales. Después, usando modelos informatizados de la atmósfera y los oceanos, estudió la interrelación no lineal entre tres variables meteorológicas: temperatura, presión y velocidad del viento.

          Pero, Lorenz recibió una gran sorpresa cuando observó que pequeñas diferencias en los datos de partida (algo aparentemente tan simple como utilizar 3 ó 6 decimales) llevaban a grandes diferencias en las predicciones del modelo, de tal forma que cualquier pequeña perturbación, o error, en las condiciones iniciales del sistema puede tener una enorme influencia sobre el resultado final. Lorenz se vio obligado a concluir que este comportamiento era inherente a su modelo y en 1963 publicó sus resultados en Journal of the Atmospheric Sciences con un artículo titulado "Deterministic non periodic flow". Los investigadores necesitaron casi una década para comprender la relevancia de este artículo.



Gráficas del programa de predicción de Lorenz para los valores iniciales 0,506 y 0,506127.



          En 1972 Lorenz presentó otro artículo en un congreso en Washington, titulado "Does the flap of a butterfly's wings in Brazil set off a tornado in Texas?". Realmente no contestó a la pregunta pero indicó que si un simple aleteo podía generar un tornado, entonces también podía evitarlo. Además, el efecto de un aleteo concreto no sería ni inferior ni superior al de cualquier otro aleteo de cualquier otra mariposa. Dos factores aseguraban que el “efecto mariposa” se convertiría en emblema del caos. En primer lugar, entre los primeros sistemas caóticos estudiados por Lorenz estaba el famoso atractor extraño, denominado así porque la gráfica de su solución formaba una especie de mariposa. En segundo lugar, el "efecto mariposa" adquirió una importancia mítica gracias al best seller Chaos (Sphere, London, 1988) de James Gleick, del que existe edición en castellano: Caos: la creación de una ciencia (Seix Barral, Barcelona, 1994), descatalogado en su edición original pero reeditado en 2012 por la editorial Crítica.

          Como quiera que fuese, el "efecto mariposa" hacía muy difícil realizar predicciones meteorológicas a largo plazo. Lorenz intentó explicar esta idea mediante un ejemplo hipotético. Sugirió que imaginásemos a un meteorólogo que hubiera conseguido hacer una predicción muy exacta del comportamiento de la atmósfera, mediante cálculos muy precisos y a partir de datos muy exactos. Podría encontrarse una predicción totalmente errónea por no haber tenido en cuenta el aleteo de una mariposa en el otro lado del planeta. Ese simple aleteo podría introducir perturbaciones en el sistema que llevaran a la predicción de una tormenta.

          Una de las derivaciones de la teoría del caos se centra en el estudio de los fractales, figuras geométricas en las que los elementos que la conforman se reproducen a distintas escalas hasta el infinito. En una entrada posterior hablaremos del recientemente fallecido Benoit Mandelbrot, de sus geometrías fractales y de cuanto mide la costa de Gran Bretaña... o la de Asturias.