En la última edición de Science se publican los resultados
de un estudio realizado por un equipo internacional de investigadores sugiriendo
que las emociones no se limitan únicamente a los seres humanos y a otros
vertebrados. Algunas abejas son, también, más propensas que otras a buscar
aventuras. Los cerebros de estas abejas, que se sienten atraídas por la
novedad, presentan distintos patrones de actividad genética en las vías
moleculares asociadas con la búsqueda de emociones. Los resultados ofrecen
una nueva visión de la vida interior de las colmenas, que tradicionalmente
venía siendo descrita como una colonia de trabajadoras, altamente jerarquizada,
en el que cada abeja tiene un papel específico (nodriza, limpiadora,
pecoreadora, por ejemplo) para servir a su reina.
Agrupando abejas mediante ruidos de metal, por Wenceslaus Hollar (Praga, 1607-Londres, 1677).
Según Gene Robinson, profesor de Entomología y
director del Instituto de Biología Genómica y director del estudio, parece que
las abejas como individuo, en realidad, difieren en su deseo o voluntad de
realizar determinadas tareas, Según el experto, estas diferencias pueden
deberse, en parte, a la variabilidad en las personalidades de las abejas.
Robinson y sus colaboradores estudiaron dos
comportamientos de búsqueda de novedad en las abejas melíferas: la exploración
en la búsqueda de una nueva colmena y la recolección de néctar. Cuando una
colonia de abejas deja atrás su antigua colmena, es debido a que la colonia se
divide y el enjambre saliente debe encontrar un nuevo hogar. En este
momento de crisis, algunas abejas intrépidas -menos del 5% del enjambre- se
dedican a la exploración de una nueva ubicación para la colonia. Estas abejas,
llamadas exploradoras de nidos, son, en promedio, 3.4 veces más propensas a
convertirse, también, en exploradoras de comida.
Los investigadores querían determinar la base
molecular de estas diferencias en el comportamiento de las abejas melíferas, y
para ello utilizaron análisis de microarrays
para buscar diferencias en la actividad de miles de genes en los cerebros
de las abejas exploradoras. Según Robinson, "esperábamos encontrar
algunas, pero la magnitud de las diferencias fue sorprendente, teniendo
en cuenta que tanto las exploradoras, como las no exploradoras, son también
recolectoras". Entre los muchos genes expresados diferencialmente se
encontraron las catecolaminas, el glutamato, y la señalización del ácido
gamma-aminobutírico (GABA). Los investigadores se centraron en ellos porque en
los vertebrados están involucrados en la regulación de búsqueda de la
novedad y la respuesta a la recompensa.
Para determinar si los cambios de señalización en el
cerebro causan la búsqueda de novedad, los investigadores sometieron a los
grupos de abejas a tratamientos para aumentar o inhibir estas sustancias
químicas en el cerebro. Dos tratamientos, con glutamato y octopamina,
aumentaron el deseo de exploración en abejas que no habían explorado antes. Por
otro lado, el bloqueo de la señalización de la dopamina disminuyó el
comportamiento de exploración.
Los resultados, finalmente, también sugieren que
insectos, seres humanos y otros animales hacen uso del mismo sistema
genético en la evolución del comportamiento. Los genes que codifican ciertas
vías moleculares pueden desempeñar un papel en los mismos tipos de
comportamientos, pero cada especie se adapta, posteriormente, de una manera
distintiva.
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