lunes, 26 de septiembre de 2011

Sobre Lady Agnew of Lochnaw, según John Singer Sargent...

En mi segunda estancia en Edimburgo, por algunos días y sin las urgencias de la primera visita, la ciudad se me mostró con un encanto especialmente cautivador. Caminar plácidamente por la empinada High Street, en el Old Town, inundado de librerías de viejo y callejones centenarios, convierte a la ciudad en un mecanismo de inexorable retroceso en el tiempo. Ya en Castle Hill, en el castillo erigido sobre roca volcánica, Edimburgo se descubre majestuosa y serena, ajena a cualquier signo de aceleración.


 
Lady Agnew of Lochnaw, 1892-1893, oleo sobre lienzo,
por John Singer Sargent, en la National Gallery of Scotland.


Desde tan magnífico mirador donde cada día, excepto los domingos, el General de Artillería dispara un cañón que antaño indicaba la hora a marineros y lugareños, se divisa a lo lejos el fiordo del río Forth y mucho más cercana la National Gallery of Scotland, de corte neoclásico y en el mismo centro de la ciudad.

La Galería dispone de una colección pequeña, que no le permite figurar entre los grandes museos del mundo a pesar de que, aún en lo limitado de su catálogo, alberga obras que van desde el Renacimiento hasta el post-impresionismo, desde Botticelli, Zurbarán, Velázquez, El Greco, Goya o Rembrandt,  hasta Gauguin, Cézanne, Monet, o Van Gogh. Sus pequeñas salas son cálidas, confortables, y los vigilantes, vestidos a la guisa escocesa, ejercen como inmejorables guías. El recorrido completo, por reducido, se hace obligatorio.

En una de esas mínimas salas su anfitriona te observa desde una butaca marfil tapizada en flores. El pelo negro recogido con esmero y luciendo unos tejidos vaporosos, casi transparentes. La cintura ceñida con una tela lila y un camafeo pende de su cuello desnudo. En su regazo descansa su mano derecha, prendiendo una flor entre los dedos, mientras la izquierda, portando una pulsera dorada, abraza delicadamente la butaca.

La mirada directa, pero informal, de Lady Agnew, que así se llama la joven, se dirige al espectador, estableciendo cierta complicidad con quien observa el retrato. Las tonalidades empleadas -rosas, turquesas, blancas- se armonizan de manera inteligente, creando un atractivo juego de luces y sombras en tonos malvas al igual que hacían Monet y Renoir. La pincelada, rápida y ligeramente empastada, recuerda el estilo de los impresionistas y también de Velázquez.

Su autor, John Singer Sargent (Florencia, 1856 - Londres, 1925), fue descrito por Rodin como “el Van Dyck de nuestros tiempos”. Miembro de una acomodada familia americana, aunque nacido circunstancialmente en Florencia, realizó su formación en la Academia de esa ciudad, acudiendo posteriormente a París para completar su aprendizaje. En la capital francesa frecuentó el taller de Carolus Durán y contactó con los impresionistas, interesándose especialmente por Manet. En 1884 se estableció en Londres donde se especializa en el retrato y toma a Velázquez como principal referente. Sus obras gozaban de gran prestigio entre la aristocracia y la alta burguesía, tanto europea como norteamericana y su fama le llevó a realizar importantes murales para edificios públicos en Estados Unidos.


John Singer Sargent en su estudio londinense, circa 1885.


De Lady Agnew sabemos que su verdadero nombre era Gertrude Vernon (1865-1932)  y que se casó en 1889 con el abogado Lord Andrew Noel Agnew (1850-1928). Dos años después del matrimonio, su marido se convirtió en el noveno barón de Lochnaw y probablemente este nombramiento pudo ser el motivo del encargo de este retrato que descubrió a Lady Agnew como una belleza de la sociedad eduardiana y que situó a Sargent como cotizado retratista en Londres, llegando a hablarse de Sargentolatry, según el también pintor Sickert.

En la primavera de 1898 la pintura se exponía en la Royal Academy de Londres y posterior e irónicamente, en 1925, la obra fue adquirida por la Nacional Gallery of Scotland con la ayuda de la Fundación Cowan Smith Bequest, acuciada Lady Agnew por los gastos propios de su estilo de vida.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Sobre Triceratops, Tyler Lyson y, de forma general, la extinción de los dinosaurios...

Extraño es el mes, o incluso la semana, en los que no se publique en prensa generalista alguna reseña sobre la ya sobrescrita extinción de los dinosaurios, no sin olvidarnos de los diferentes reportajes y dossieres publicados en revistas especializadas (léase National Geographic, Quo, Muy Interesante...). De otro lado, los más importantes repositorios científicos engrosan sus archivos con nuevos artículos, algunos de los cuales son merecedores de relevantes factores de impacto en Nature o Scientific American, por citar sólo un par de ellas y quizá las más conocidas.

El pasado agosto, el mes que equivocadamente se cree que más gente lee, me encontré con dos artículos en relación al asunto de esta entrada. El primero de ellos aparece en el diario Público firmado Jorge Morales, profesor de investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, en el que se pregunta, y responde adecuadamente, el porqué de si un gran meteorito provocó la extinción de los dinosaurios otras especies consiguieron sobrevivir. El segundo artículo, en la publicación Investigación y Ciencia, versión española de la americana Scientific American, anota que Tyler Lyson, de la Universidad de Yale, y su equipo de paleontólogos han descubierto en las formaciones de Hell Creek, Montana, el fósil de dinosaurio más reciente registrado hasta ahora.



Reconstrucción digital de la cabeza de Triceratops, creado en Dotnamestudios para la aplicación de iPad Dinosaur Zoo.


          Independientemente de lo que puedan aportar las investigaciones recientes, la paleontología del siglo XX permitió confirmar que uno de los acontecimientos más notables al final del periodo Cretácico, hace unos 65 millones de años, fue la extinción de un gran número de organismos entre los cuales se encontraban los dinosaurios. Esta misteriosa extinción ha despertado la imaginación de científicos, escritores y advenedizos, quienes a lo largo del tiempo han propuesto diversas teorías, algunas serias y juiciosas, otras del todo disparatadas, y algunas más que no pasan de ser chistosas. A modo de curiosidad, en 1963 el profesor norteamericano Glenn Lowell Jepsen, de la Universidad de Princeton, recopiló cuarenta y seis teorías, y se han publicado muchas más desde entonces. Entre las que han despertado mayor interés se pueden citar, por ejemplo, las siguientes:
  1. Cambios climáticos globales, calentamientos o enfriamientos tan severos que los dinosaurios no fueron capaces de soportar.
  2. Cambios significativos en la vegetación del planeta, alterando las cadenas alimenticias establecidas por millones de años.
  3. Enfermedades causadas por parásitos que atacaron a los dinosaurios.
  4. Acción de los mamíferos primitivos, que al comerse los huevos de los dinosaurios impidieron su nacimiento.



Triceratops, que literalmente significa "cara con tres cuernos", deriva del griego antiguo
 tri/τρι- qie significa "tres", ceras/κέρας por "cuerno", y -ops/ωψ por "cara".


Desde el último tercio del siglo pasado dos teorías han recibido mucha atención por parte de los científicos y el público en general: una establece que un meteorito de enorme tamaño, o varios de considerables dimensiones, cayeron sobre la Tierra y su efecto fue tal que provocó la extinción de los dinosaurios. La otra propone que la cantidad de dinosaurios existentes se habría reducido por causas naturales estrictamente terrestres, por lo que estos se encontraron en proceso de extinción.

Esta última, la teoría gradualista, se apoya en el hecho de que a finales del Cretácico sólo existían doce especies de dinosaurios, y puede decirse que estos animales ya se encontraban en franca decadencia. Su extinción fue gradual y se habría iniciado millones de años antes de la colisión del meteorito. A pesar de que existe innegable evidencia del impacto meteorítico, se debe contar con un modelo razonable que explique porqué muchos grupos de plantas y animales no fueron exterminados por él. Dentro de estos grupos de organismos se encuentran tortugas, cocodrilos, lagartijas, aves, mamíferos placentados, algunos mamíferos marsupiales, insectos y numerosos animales marinos, entre ellos ostiones, almejas, caracoles, estrellas de mar y erizos.

Por su parte, la teoría catastrofista establece que un meteorito de, por lo menos, 10 km de diámetro impactó sobre la Tierra a una velocidad aproximada de 30 km/s (según Walter Álvarez en Tyrannosaurus Rex y el cráter de la muerte, y como me reiteró vía correo electrónico el profesor de la Universidad de Oviedo Dr. José Carlos García-Ramos, director del Museo del Jurásico de Asturias, MUJA). El impacto provocó tormentas de fuego, lluvia ácida y una gigantesca nube de polvo que, en su incorporación a la circulación atmosférica, cubrió el planeta en pocos días, impidiendo el paso de la luz solar. Este efecto, similar a lo que se conoce como invierno nuclear, generó una drástica disminución de la temperatura del planeta y bloqueó la función fotosintética de las plantas. El resultado del impacto fue una reacción en cadena, en la que murieron plantas, vegetarianos y carnívoros, incluyendo los dinosaurios. Los Institutos de Geología, Astronomía y Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, continúan realizando investigaciones en el estado de Yucatán, donde se localiza el cráter de más de 180 km de diámetro, causado por la caída del meteorito, que se conoce como el Cráter Chicxulub.


Cráter Chicxulub, al noroeste de la península de Yucatán, en México.


El fósil hallado por Lyson y colaboradores en Hell Creek, un cuerno de 45 cm perteneciente a un Triceratops u otra especie similar, se encontraba 13 cm por debajo del límite K/T, la capa de sedimentos que marca el momento geológico en que se produjo el impacto del asteroide. Hasta la fecha, no se habían encontrado restos de dinosaurios asociados a esta violenta explosión producida en la Península de Yucatán, en México y sólo se habían hallado fósiles de estos animales a 3 m por debajo del límite K/T. Para algunos, la escasez de restos de muestras en esta brecha muestra que los dinosaurios se habrían extinguido de forma gradual mucho antes del impacto del asteroide, pero el descubrimiento de Lyson sugiere que la brecha de los 3 m no existe y el hecho de que el ejemplar se sitúe tan cerca del límite indica que, al menos, algunos dinosaurios sobrevivieron hasta poco antes del momento del impacto. Aunque la edad exacta del fósil descubierto está por determinar, Lyson sostiene que probablemente vivió de decenas de miles a unos poco miles de años antes del evento y que el impacto del meteorito fue la causa probable de la extinción de los dinosaurios, no siendo esta gradual.

Una más reciente propuesta teórica, basada en descubrimientos de dinosaurios con evidencias de plumas como Caudipteryx, realizados principalmente en China, y de pequeñas aves que aún conservaban los dientes, como Iberomesornis en España, sugiere que no se extinguieron en el llamado límite Cretácico-Terciario sino que una rama de la Familia de los Compsognátidos evolucionó y dio origen a las aves. Esta idea se refuerza más estudiando y comparando los esqueletos de los reptiles, los dinosaurios y las aves, concluyendo que dinosaurios y aves comparten alrededor del 75 % de semejanza, en cambio dinosaurios y reptiles sólo son parecidos en un 15%.


Caudipteryz, del griego "cola emplumada", cuyos primeros fósiles fueron hallados en
la Formación Yixián, provincia de Liaoning, al noreste de China, en 1997.



Los fósiles de Iberomesornis, del griego "ave media ibérica", fueron encontrados en el yacimiento de Las Hoyas,
Cuenca (España), donde compartía nicho ecológico con cocodrilos, tortugas, Iguanodones y Pelecanimimus.
 

En lo límitado del espacio dispuesto, el artículo de Jorge Morales, en Público, hace un repaso general a las extinciones masivas ocurridas a lo largo de la historia de la Tierra y las atribuye a cambios ambientales a muy gran escala, provocados fundamentalmente por dos tipos de causas: cambios orbitales y de la radiación en el Sistema Solar e impacto de meteoritos o de cometas,  y cambios terrestres (principalmente vulcanismo y tectónica de placas), o incluso por la asociación de fenómenos de ambos tipos.

Algunas de estas grandes extinciones son procesos largos, que pueden durar varios millones de años, pero sus resultados pueden ser tan catastróficos como los que se producen por impactos de cometas o meteoritos. En ningún caso los organismos reaccionan de la misma manera ante una crisis ambiental; así, junto a los organismos que se extinguen, siempre hay grupos que no están afectados y otros que aparentemente salen beneficiados, posiblemente porque acaban ocupando ese espacio vacío dejado por los organismos extintos, por tener menos competidores e incluso porque desaparecen sus depredadores.

En referencia a la extinción de los dinosaurios, según Jorge Morales, no todo el mundo piensa que fuese un gran meteorito (o cometa) el causante. Hay alternativas que ven en la dinámica terrestre el origen de esta gran crisis, ya que a finales del Cretácico se detecta una importante bajada del nivel del mar y un aumento de las emisiones volcánicas, acontecimientos que podrían también explicar los cambios ambientales que llevaron a la extinción a muchos organismos.

Fuese cual fuese la causa de la gran extinción del final del Cretácico (la famosa extinción K/T), los comentarios anteriores sirven para explicar por qué se extinguieron los dinosaurios y no otros grupos de organismos. La crisis ambiental producida fue muy importante y se comprueba porque se produjeron numerosas extinciones de organismos marinos, desaparecieron ammonites y belemnites (cefalópodos), rudistas (bivalvos coloniales), mientras que otros grupos hasta entonces muy exitosos, como los corales y los braquiópodos, vieron disminuir sus efectivos drásticamente.

En los ecosistemas terrestres, los dinosaurios se extinguieron, pero sobrevivieron otros vertebrados de menor talla como las aves, cuyos ancestros se encontraban entre ellos y, por supuesto, los mamíferos beneficiados porque habían desaparecido los grandes depredadores de la época, lo que rápidamente dio lugar a un vertiginoso aumento de formas y tipos de todos los tamaños. También lo hicieron aquellos vertebrados, anfibios y cocodrilos, que habitaban los ríos, lagos y zonas pantanosas, donde encontraron refugio. Tampoco las plantas terrestres con flores sufrieron durante esta crisis.

En los mares del final del Cretácico, los peces óseos y los tiburones debieron encontrar áreas favorables para sobrevivir, y lo mismo les sucedió a las tortugas marinas. Otros grupos de organismos marinos, por ejemplo, los bivalvos, encontraron menos competidores.

En la actualidad, casi cada día, estamos viendo cómo declina la vida salvaje por todo el planeta y cómo aumenta la Lista Roja de especies amenazadas. Además, ya sabemos que muchas especies que viven en la actualidad no llegaremos a conocerlas hasta que descubramos sus fósiles en el futuro. Las causas, como en el pasado, podrían ser diversas, pero sin duda la más importante es el enorme impacto de la actividad humana en el medio natural. Con sólo un vistazo rápido podemos ver cómo los organismos de mayor talla como las ballenas, los grandes tiburones, los elefantes o aquellos más vulnerables por la reducción de sus hábitats serán los primeros en extinguirse.


Algunos libros a modo de introducción sobre el asunto son:
  • Wildford, El enigma de los dinosaurios, RBA, 1993.
  • Desmond, Los dinosaurios de sangre caliente, RBA, 1993.
  • Charig, La verdadera historia de los dinosaurios, Salvat, 1993.
  • Hsü, La gran extinción, Antoni Bosch editor, 1989.

Y otros que profundizan en el tema son:
  • Weishampel y Fastovsky, The evolution and extinction of the dinosaurs, Cambridge University Press, 2004.
  • Weishampel, Dodson y Osmolska, The dinosauria, University of Carlifornia Press, 2005. 

    jueves, 15 de septiembre de 2011

    Sobre la berrea y la reproducción del venado (Cervus elaphus)...

    También antes y después, aunque principalmente entre San Mateo (21 de septiembre) y San Miguel (29 de septiembre) los bosques de Redes se convierten en escenario del apogeo de una escena reproductiva de difícil parangón: la berrea del venado o ciervo rojo ibérico (Cervus elaphus).

    El verano se entrega a las primeras borrascas del otoño y, en plena transición estacional, las temperaturas abandonan sus máximos anuales a la par que los días se ven recortados en su periodo de luz. Es en estas fechas, al contrario que el resto de los animales del bosque, cuando el venado consume en el apareamiento toda la energía acumulada durante la primavera y el verano, ajeno, aunque no desconocedor, a la proximidad de las nieves.




    Dos venados (Cervus elaphus) pugnando durante la berrea. 



    Para el equinoccio de otoño los dos sexos se reúnen y los machos, apenas observables durante el resto del año, se muestran atrevidos a plena luz del día, mientras que las ciervas con sus crías pastan en las praderas que han sido escogidas por los machos para berrar.

    El venado es un ungulado típicamente poligínico, donde los machos basan su éxito reproductivo en aparearse con cuantas hembras les sea posible, mientras que las hembras aportan todo el cuidado parental a las crías, de modo que su éxito se basa en su capacidad fisiológica para producir y criar cervatillos saludables.

    La época de celo se conoce como berrea o brama, en referencia al sonido que emiten los machos en celo. La berrea o bramido es una señal básicamente dirigida a otros machos rivales -pudiendo también tener efectos sobre las hembras al adelantar su entrada en celo- que ha sido producida por la selección natural para mantener a raya a otros machos sin necesidad de entrar en luchas constantes con todos ellos. Parece ser que la tasa de berridos por unidad de tiempo que emite un macho está relacionada con su capacidad de victoria en una posible contienda, por lo que puede ser utilizada por los rivales para decidir retar o no a un oponente.

    Para berrar, el venado adopta una postura característica en la que estira el cuello y saca la lengua. Además de delimitar el terreno frente a otros machos que puedan pretender a las hembras de un grupo –como ya se anotó-, la señal acústica, define el vigor del macho hacia las hembras, considerando estas si se trata de un potencial buen padre para sus crías.

    Son los machos de más edad los primeros en bramar, aunque no suelen entrar en verdadero conflicto por un grupo de hembras. Mientras los jóvenes permanecen escondidos y se dedican a pastear, sólo aquellos en plenitud sexual, entre los seis y los nueve años, cargarán con la mayor parte de la actividad reproductora. Durante casi dos semanas, y sin apenas descanso, sueño ni alimento, estos se dedican a perseguir a las hembras a medida que se muestran receptivas, alzando el labio superior intentando captar señales olfativas que revelen el estro de las hembras.

    Serán los machos dominantes, los más vigorosos y fornidos, los que marquen territorios prohibidos para el resto y en los que intentarán reunir el mayor número posible de hembras en forma de harén. Esta porción de terreno será defendida principalmente a base de bramidos, pero también con señales olfativas segregadas por numerosas glándulas repartidas por las pezuñas, la testuz y la zona perineal, o junto al meato.







    El enfrentamiento físico directo entre machos suele ser una excepción más sobreponderada que suceso habitual, puesto que son conocedores del potencial destructivo de sus cuernas y las consecuencias de posibles heridas o, lo que suele ser fatal, de quedarse enganchados y abocados a una muerte segura. Por tanto, sin llegar a la pelea, dos machos en desafío suelen caminar paralelos exhibiendo su cornamenta y acometiendo contra árboles o arbustos, a los que rompen ramas e incluso el tronco, dejando patente rastro en los berraderos habituales. La confrontación física se produce únicamente cuando ninguno de los dos acaba cediendo ante el muestrario de presunciones y alardes del contrario, enfrentando las cuernas hasta que uno de ellos se retira agotado o temeroso. El ganador obtiene la recompensa del terreno y del harén, pero raramente persigue al vencido para que ningún otro macho pueda acudir mientras a cubrir a sus hembras.

    Desde este momento, el victorioso macho comenzará una carrera contra el reloj en la que diariamente realizará hasta veinte cópulas, sin apenas dormir ni comer y en vigilancia de posibles intrusos, lo que hace que a los tres o cuatro días, exhausto, haya de ceder el harén a otro macho más vigoroso que continuará con las montas.

    La duración de la berrea, en un área concreta, no supera los 25 días si todas las hembras entran en celo en el momento adecuado, es decir, si todas están en buenas condiciones. Cuando hay hembras en malas condiciones la berrea se alarga, y si casi todas están mal, la berrea en general se retrasa. Todos los retrasos producirán crías tardías que generalmente se desarrollarán peor que las nacidas en el mejor momento. Una vez que el fotoperíodo se está acortando y la hembra está en buena condición física, comienza a producir ovulaciones cada 19 días aproximadamente. La selección natural favorece a las hembras que quedan preñadas en las primeras ovulaciones que producirán partos en la época adecuada. El estrés debido a altas densidades, excesivas concentraciones de animales o actividades humanas que causan disturbios en las poblaciones, pueden favorecer que algunas ovulaciones no culminen en cópulas efectivas y gestaciones, con el consiguiente retraso de los partos.

    Durante la época de celo las hembras se suelen distribuir en función de la distribución de la comida y los machos se desplazan hacia las zonas donde hay más hembras. Las zonas buenas de berrea suelen ser por tanto las mejores zonas de alimentación para las hembras en septiembre. A pesar de esta afirmación general, también es cierto que algunas hembras durante la berrea se acercan a las "zonas de berrea", es decir que la distribución espacial de las hembras durante la berrea se hace un poco más contagiosa, agrupada hacia aquellos "puntos calientes" donde previamente había más hembras que en otros. Puede decirse que a las hembras de zonas con poca densidad les interesa agruparse hacia las áreas con más densidad, dejando casi vacías las zonas de baja densidad. Las razones de este comportamiento pueden estar en evitar el acoso de machos subadultos al incluirse en harenes defendidos por machos mayores.

    Una vez en la zona de berrea las hembras se dedican a comer, pero con su pasividad provocan la competencia entre los machos, de modo que simplemente con aceptar al ganador tienen una buena forma de elegir a un buen padre para sus hijos, con lo cual no se descartan posibles beneficios genéticos del comportamiento de agruparse en las áreas donde hay mayores harenes y más competencia entre los machos.



    Macho de Cervus elaphus berrando en el Parque Natural de Redes, fotografía de Manuel Suárez Calvo



    La posibilidad de que las condiciones ambientales sean adecuadas para criar con éxito marca el momento del año en que las hembras inician su reproducción. La época de mayor disponibilidad de alimento es la primavera avanzada, por lo que las ciervas ajustarán su fenología reproductiva para que el final de la gestación y principio de la lactancia tengan lugar en ese momento. Los partos suelen producirse hacia el mes de mayo, tras una de unos 235-240 días, de modo que la época de celo debe tener lugar aproximadamente en la segunda mitad de septiembre.

    A partir de su nacimiento, los cervatillos son amamantados durante al menos unos 4 meses, hasta aproximadamente la siguiente berrea, aunque pronto comienzan a incluir progresivamente algo de hierba en la dieta. Los partos dobles son extremadamente raros, aunque es fácil que una cierva pueda amamantar algún cervatillo ajeno, por lo que las observaciones de campo de ciervas seguidas de dos crías corresponden con toda probabilidad a adopciones más que a partos dobles.

    Un macho termina la mayor parte de su desarrollo corporal hacia los 5 años y es probable que a partir de esa edad, quizás a los 6, disponga ya un harén durante la berrea. La parte de su vida en la cual disfruta de éxito reproductivo alto es corta, no más de unos 4 años. A los 9 normalmente empiezan a decaer en cuanto a su condición corporal, envejecen y suelen morir, incluso sin presión cinegética, por causas naturales hacia los 12 ó 13 años.

    Las hembras son más longevas, llegando a sobrepasar los 20 años de edad. En correspondencia con las diferencias entre sexos en las posibilidades reproductivas a lo largo de la edad, el envejecimiento en los machos ocurre más prematuramente que en las hembras y está previsto desde su nacimiento. Desde los 2 años en adelante, y prácticamente hasta su muerte, las hembras pueden producir una cría cada año, que puede sobrevivir o no, por lo que el éxito anual promedio de una cierva es siempre algo menor de uno. La mortalidad es mayor en crías macho que en crías hembra, incluso desde el momento de la concepción, es decir tanto intrauterina como durante la lactancia y primer año de vida. Las ciervas en peores condiciones para criar (subordinadas, inferior condición física o más jóvenes) suelen producir con mayor probabilidad un cervatillo hembra y viceversa. 

              Mediado octubre el frío ya ocupa los bosques y pastizales, y los venados empiezan a mudar el pelaje para cubrirse con el de invierno, más denso y gris. Las hembras se agrupan para pasar la época fría y los machos jóvenes también se reúnen en grupos de invernada. Por su parte, los machos adultos desaparecerán solitarios nuevamente en el bosque, no volviendo a ser visibles hasta la siguiente temporada, en la que volverán para garantía de una nueva generación y supervivencia de la especie.

     

    Sobre la caza, extinción y reintroducción:

    Sobre la cuerna, descorreo, escoda y desmogue:

    martes, 13 de septiembre de 2011

    Sobre Planeta dinosaurio, la nueva serie documental de la BBC...

    Fue en 1999, hace ya doce años, cuando la BBC emitió la magnífica serie documental Caminando entre dinosaurios. Desde entonces, los recientes descubrimientos e investigaciones realizados han modificado algunos de los paradigmas existentes sobre estas especies tan legendarias. Por ello, mañana, 14 de septiembre de 2011, la cadena inglesa vuelve con una serie de seis episodios titulada Planet Dinosaur. Lo cuentan en su web, coming soon…



    sábado, 10 de septiembre de 2011

    Sobre Coelodonta thibetana, abuelo del rinoceronte lanudo...

              Se publica, en el ejemplar de Science correspondiente a la primera semana de septiembre, el artículo “Out of Tibet: Pliocene Woolly Rhino Suggests High-Plateau Origin of Ice Age Megaherbivores”  en el que describe como un equipo de investigadores chinos, europeos y norteamericanos ha encontrado, en un yacimiento paleontológico entre 3700 y 4500 m en el Himalaya, el cráneo completo y varias vértebras de un rinoceronte lanudo que podría ser el "abuelo" de todas las especies conocidas hasta ahora, dado que vivió hace 3,6 millones de años, en el Plioceno Medio. Por entonces, aún no había comenzado la gran Edad de Hielo del Pleistoceno (lo hizo hace 2,8 millones de años) pero el ambiente debía ser ya muy gélido en las montañas.


    Recreación artística de Coleodonta thibetana, según Science.


    Esto sugiere que algunos grandes herbívoros evolucionaron antes de que la nieve cubriera todo el territorio, no sólo los rinocerontes, sino también los mamuts lanudos, los perezosos gigantes o los tigres dientes de sable, especies de las que hay muchos fósiles pero de las que no se sabe de dónde vinieron y cómo se adaptaron a un entorno en el que las temperaturas eran por debajo de cero.

    La especie ha sido bautizada como Coelodonta thibetana, en honor al lugar donde salió a la luz, en 2007, y desde entonces se ha estado estudiando su filogenia y su morfología. C. thibetana, de unos 1800 kg y casi 2 m de altura, no es el primer rinoceronte lanudo que se encuentra (de hecho se conocen tres especies, todas extinguidas), pero sí es con diferencia el más primitivo. Sus descubridores destacan sus peculiares adaptaciones a un entorno con nieve: utilizaba su cuerno aplanado para hurgar en la nieve y encontrar vegetación con la que alimentarse. Aún así se cree que vivieron en un momento en el que el clima era algo más cálido de lo que fue después, cuando todos los continentes del hemisferio norte fueron cubiertos por una densa capa de hielo. Además, lucían una densa capa de pelo que les ayudaba a conservar el calor del cuerpo.

    Este rinoceronte casi polar se acostumbró tanto al frío que cuando llegó la Edad de Hielo, bajaron de las altas montañas a la llanura y sus poblaciones se extendieron por toda Eurasia, diversificándose en otras especies: C. nihowanensis, C. antiquitais y C. tologoihensis.

    El equipo de investigación también halló fósiles (aún sin publicar) de un caballo con tres pezuñas (Hipparion), una especie conocida como 'cabra montesa azul' (Pseudois), antílopes, leopardo de las nieves, tejones y hasta 23 clases diferentes de mamíferos que hasta ahora sólo se buscaban en la tundra o las estepas.

    Los investigadores sostienen que los crudos inviernos en la meseta tibetana proporcionaron el entorno adecuado para un primer paso evolutivo que llevó a la gigantesca fauna del Pleistoceno en Eurasia y Norteamérica, y que el hallazgo aclara el origen de los rinocerontes lanudos, y quizás también de otras especies gigantescas que ya no existen y pudieron surgir en el Himalaya durante el Plioceno.

    Los últimos representantes de los rinocerontes lanudos se extinguieron hace unos 10.000 años, se cree que principalmente por razones climáticas aunque algunos científicos lo achacan a la llegada del Homo sapiens desde Africa, pero, al parecer, eran tan peligrosos que los humanos rara vez se atrevían a cazarlos. Hoy, su pariente más cercano es el pequeño rinoceronte peludo de Sumatra.

    domingo, 4 de septiembre de 2011

    Tiempo de mudanzas y silencios... según Carlos de Hita...

    Ambientes vacíos y algunas voces menudas. Esto es todo lo que podemos escuchar por bosques y campos en estos días cambiantes de septiembre. Los insectos y los anfibios están callados; la mayoría de las aves se han vuelto discretas al tiempo que gregarias.


    Carbonero común (Parus major).


    Diga lo que diga la máxima, es tiempo de perturbación y de hacer mudanzas. Por estas fechas la mayoría de las aves deambulan de aquí para allá, ya sea en pleno viaje migratorio hacia el sur o en desplazamientos locales, de corto recorrido. Pero vayan donde vayan, todos están en movimiento. A menudo en bandadas.

    Algunas especies, las más prolíficas, todavía no han acabado de sacar adelante a su última nidada. Los pollos volantones de las terceras generaciones de carboneros comunes aún no se han emancipado y persiguen a sus padres, con voces plañideras, en demanda de comida. Estos, todavía, no van a ninguna parte: bastante tienen con aplacar el hambre. 

    Entre los pinos, los bandos mixtos de carboneros garrapinos, herrerillos y herrerillos capuchinos revuelan envueltos en sus silbidos. Detrás, relincha un pito real.

    Los zorzales charlos prescinden de su potente y adornada voz y se limitan a charlear, si es que tal palabra existe, en pequeños bandos que deambulan por los pinares de montaña.

    También mirlos y petirrojos, dos de los cantores más adornados de nuestra fauna, reclaman con modestia: los primeros con un timbre metálico, insistente; los segundos con un característico chisporroteo.

    En el silencio ambiental destacan las notas mono, bi y trisilábicas de un pinzón vulgar. Y los silbidos de los trepadores azules. 

    Una constante a lo largo de todo el año, incluso ahora, en tiempo de silencio, es el vocingleo de los córvidos. Grazna un bando de grajillas y alborota el bosque un bando de rabilargos.

    Pero ya en lontananza se escucha un trueno. En agosto han caído algunas tormentas que han regado el suelo. El verano no ha sido demasiado sofocante y las tardes refrescan. Y también en lontananza se apuntan las berreas de los ciervos. Un tema sonoro ineludible en las próximas semanas.


    Carlos de Hita es técnico de sonido de la naturaleza desde hace ya dos décadas, lo que le ha llevado a registrar un amplio archivo sonoro de las voces de la fauna, española sobre todo, pero también africana, asiática y amazónica; de actividades tradicionales, así como de los principales paisajes sonoros ibéricos y canarios. En este tiempo ha trabajado sobre todo tipo de soportes. Unas veces con el sonido como complemento de la imagen; otras, como elemento narrativo independiente.  Colabora en la Cadena SER, en El Mundo y en el año 2006 fue nominado a un premio Emmy, en la categoría de música y sonido, por sus colaboraciones con National Geographic.

    viernes, 2 de septiembre de 2011

    Sobre el deshielo ártico y las nuevas rutas marítimas...

    La temprana fusión de los hielos del Ártico en 2011, con un mínimo alcanzado el pasado mes de agosto, ha permitido la reapertura del Paso del Noroeste y, dicen los de la Agencia Espacial Europea (ESA), que los satélites espaciales que monitorean el Polo Norte durante los últimos 30 años indican que este mínimo puede superar el alcanzado en 2007 cuando el paso fue abierto por primera vez. Si a principios de los ochenta el hielo ártico se cuantificaba en 8 millones de kilómetros cuadrados (unas 16 veces España), el mínimo de 2007 redujo a casi la mitad, 4,24 millones, la superficie helada, de tal modo que los científicos prevén para mediados de siglo veranos en los que el Ártico sea completamente navegable.



    Que nadie se alarme, Ursus maritimus también sabe nadar. El problema es que el hielo de las zonas habitadas por estos animales
    se está derritiendo hasta tres semanas antes que en la década de los setenta, lo que obliga al oso polar a retirarse a tierra
    firme sin haber acumulado sus necesarias reservas de grasa, que pierden durante el verano y el otoño en forma tan crítica
    que afecta la capacidad de las hembras para quedar preñadas y reducen su capacidad de producir leche para alimentar a sus crías.



    El Paso del Noroeste se encuentra ahora abierto al mismo tiempo que la Ruta del Mar del Norte, que une el Atlántico con el Pacífico bordeando la costa norte de Rusia. La primera vez que ambas fueron navegables simultáneamente se fechó en 2008. Tanto la Ruta del Mar del Norte como el Paso del Noroeste son dos rutas marítimas de gran importancia comercial, ya que unen los océanos Pacífico y Atlántico de una manera más rápida y, por tanto, más económica para los cargueros comerciales. La alternativa a estas rutas marítimas es a través del Canal de Suez, en Egipto, o por el canal de Panamá, unas travesías más largas y costosas. En palabras de Mead Treadwell, el presidente de la Comisión de Investigación del Ártico de EEUU, el coste estimado de transportar un contenedor en un barco entre Europa y las islas Aleutianas en Alaska sería de unos 500 dólares, y llevar el mismo contenedor entre Europa y el puerto de Yokohama, a través del canal de Suez, cuesta actualmente unos 1500 dólares.

    Ya a comienzos de mes de agosto, antes de alcanzar este mínimo histórico publicado por la ESA, desde Rusia se informó del progresivo decremento glacial, convirtiendo a lo que va de 2011 en el tercer año más cálido en el Ártico desde 1936 y haciendo que todos los mares árticos rusos se encuentren por debajo de la media en lo que se refiere a su superficie helada, desde la parte europea de Rusia hasta el mar de Chukotka, frente a la península de Alaska. En concreto, la superficie de hielo en la zona suroccidental del mar de Kara está un 56% por debajo de la media, mientras en el caso del mar de Chukotka alcanza el 35%.




    El deshielo estival facilita inmejorables condiciones para la navegación por las rutas árticas incluso para buques que no sean rompehielos. El resto del año los barcos pueden viajar entre Murmansk y la isla de Nueva Zembla, pero cuando se acaba el mar de Bárents y comienza el de Kara, los hielos eternos dificultan enormemente la navegación. Tras superar el mar de Kara, los barcos aún deben surcar las aguas heladas de los mares de Laptev, Siberia Oriental y, por último, el de Chukotka.

    Sin deshielo, Rusia mantiene una privilegiada posición estratégica puesto que es el único país del mundo que cuenta con una flota de rompehielos atómicos, lo que le otorga el monopolio de la ruta. Un barco mercante procedente de Europa Occidental necesita casi la mitad de tiempo para llegar a Asia a través de la ruta ártica que por el canal de Suez, con el consiguiente ahorro de combustible.

    La apertura del Paso del Noroeste en 2007 provocó tensiones diplomáticas entre los países implicados, principalmente Canadá, que considera que la ruta atraviesa sus aguas territoriales y por tanto tiene derecho a pedir peaje por cada barco que pase por esa zona. Sin embargo, otras potencias marítimas, como Estados Unidos o los países de la Unión Europea, consideran que el Paso del Noroeste debe ser considerado un estrecho internacional, y por tanto no se puede reclamar peaje por su utilización. Lo que parece inevitable es que la industria del crudo o el transporte marítimo están a las puertas de una revolución.




    Estratégica y políticamente, las consecuencias del deshielo del Ártico podrían beneficiar a la emergente economía china al facilitarle una ruta de navegación más rápida a Europa y América, por lo que Pekín se empieza a posicionar ante esta posibilidad. El Polar Research Institute de China (PRIC) confirma que el deshielo ártico podría reducir, por ejemplo, la ruta Shangai-Hamburgo (un trayecto habitual de transporte marítimo para los cargueros chinos) en 6000 km frente a las vías actuales, que además implican el paso por aguas, ahora peligrosas, en la zona del Golfo de Adén.

    El gobierno chino, en todas sus declaraciones oficiales sobre el futuro desarrollo del Ártico como ruta de transporte o fuente de recursos, ha defendido que se tenga en cuenta el interés de todos los países, no sólo aquellos que tienen costas árticas (Canadá, EEUU, Rusia, Noruega, y Dinamarca en su isla de Groenlandia), pero al mismo tiempo prevé para 2013 la botadura de un segundo buque rompehielos atómico de expedición científica que acompañe al Xuelong (Dragón de Nieve), y dirige sus expediciones científicas hacia el Polo Norte, cuando hasta ahora había centrado sus investigaciones en la Antártida.



     El rompehielos atómico Xue Long, buque chino de expedición científica.



    Arctic Express,portacontenedores rompehielos ruso, 169 m de eslora, de la compañía Norilskiy Nickel.



    Otra muestra del interés chino es el hecho de que, al igual que Corea del Sur, Japón o la Unión Europea, China ha solicitado el estatus de país observador en el Consejo Ártico, organización intergubernamental de la que forman parte como Estados Miembros  los cinco países con costa en la región polar además de Finlandia, Suecia y Noruega. Otros países del noreste asiático, Japón y Corea del Sur, también con interés en acortar su ruta marítima con Occidente, se alinean junto a China en la posición de que no sólo los países con costas árticas accedan a los recursos de su subsuelo.

    Más allá de la evolución del transporte marítimo, la reducida capa de hielo facilita la exploración y la extracción de petróleo en el Ártico, que se cree que contiene aproximadamente el 25% de las reservas de petróleo y gas restantes en el mundo, también según la Comisión de Investigación del Ártico de EEUU, además de minerales de níquel, plomo, manganeso, estaño, oro y platino, que actualmente yacen inexplotables en el fondo marino bajo la capa de hielo. Por el momento, las relaciones diplomáticas por el dominio de las vías de transporte y recursos en torno al Polo Norte se muestran moderadas, aunque a medida que se desarrollen las investigaciones, los recursos de gas y petróleo estén mejor cuantificados y las rutas marítimas sean más transitadas, el equilibrio internacional puede sufrir tensiones futuras.

    Si en estas líneas se apuntan, de forma muy somera, posibles consecuencias estratégicas y políticas del deshielo ártico, será en entradas posteriores donde se anotarán los efectos sobre clima, biodiversidad o población, entre otros. Además, una lectura muy recomendable es la obra de Javier Reverte, publicada este mismo año, En mares salvajes: un viaje al Ártico (Plaza & Janes, 2011).