Ambientes vacíos y algunas voces menudas. Esto es todo lo que podemos escuchar por bosques y campos en estos días cambiantes de septiembre. Los insectos y los anfibios están callados; la mayoría de las aves se han vuelto discretas al tiempo que gregarias.
Carbonero común (Parus major).
Diga lo que diga la máxima, es tiempo de perturbación y de hacer mudanzas. Por estas fechas la mayoría de las aves deambulan de aquí para allá, ya sea en pleno viaje migratorio hacia el sur o en desplazamientos locales, de corto recorrido. Pero vayan donde vayan, todos están en movimiento. A menudo en bandadas.
Algunas especies, las más prolíficas, todavía no han acabado de sacar adelante a su última nidada. Los pollos volantones de las terceras generaciones de carboneros comunes aún no se han emancipado y persiguen a sus padres, con voces plañideras, en demanda de comida. Estos, todavía, no van a ninguna parte: bastante tienen con aplacar el hambre.
Entre los pinos, los bandos mixtos de carboneros garrapinos, herrerillos y herrerillos capuchinos revuelan envueltos en sus silbidos. Detrás, relincha un pito real.
Los zorzales charlos prescinden de su potente y adornada voz y se limitan a charlear, si es que tal palabra existe, en pequeños bandos que deambulan por los pinares de montaña.
También mirlos y petirrojos, dos de los cantores más adornados de nuestra fauna, reclaman con modestia: los primeros con un timbre metálico, insistente; los segundos con un característico chisporroteo.
En el silencio ambiental destacan las notas mono, bi y trisilábicas de un pinzón vulgar. Y los silbidos de los trepadores azules.
Una constante a lo largo de todo el año, incluso ahora, en tiempo de silencio, es el vocingleo de los córvidos. Grazna un bando de grajillas y alborota el bosque un bando de rabilargos.
Pero ya en lontananza se escucha un trueno. En agosto han caído algunas tormentas que han regado el suelo. El verano no ha sido demasiado sofocante y las tardes refrescan. Y también en lontananza se apuntan las berreas de los ciervos. Un tema sonoro ineludible en las próximas semanas.
Carlos de Hita es técnico de sonido de la naturaleza desde hace ya dos décadas, lo que le ha llevado a registrar un amplio archivo sonoro de las voces de la fauna, española sobre todo, pero también africana, asiática y amazónica; de actividades tradicionales, así como de los principales paisajes sonoros ibéricos y canarios. En este tiempo ha trabajado sobre todo tipo de soportes. Unas veces con el sonido como complemento de la imagen; otras, como elemento narrativo independiente. Colabora en la Cadena SER, en El Mundo y en el año 2006 fue nominado a un premio Emmy, en la categoría de música y sonido, por sus colaboraciones con National Geographic.
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