miércoles, 19 de diciembre de 2012

Sobre Evaristo Valle y los vapores de champagne...

            Yo tenía mi estudio en la rue Belloni, estrecha y corta, que se extendía algo más arriba de la terminación del boulevard Pasteur, calle nueva que ni los cocheros conocían. Había tapias y empalizadas y sólo una edificación, para estudios de pintores, dentro de un patio enorme al que se accedía por un portón con su portería. El mío estaba en la parte baja y muy cerca del portón…

            De los pintores que trabajaban allí sólo traté al italiano Modigliani; pequeño, taciturno, misántropo, pero no conmigo… Me impresioné y disgusté de verdad cuando, ya viviendo en Gijón, supe que había muerto en la miseria, en un hospital. ¡Y ver con espanto, como ya sabéis, que hoy sus cuadros se venden y se compran en dinerales! Otro ejemplo que desgarra el alma…

            Mi estudio era modesto; pero tenía un gran ventanal y un diván amplio y cómodo. También había en él una escalerilla que conducía al altillo donde yo dormía. Cuando a la noche subía aquella angosta escalera de madera, siempre me decía: “¿Subiré a la gloria o subiré al patíbulo?”. Y algo de gloria y patíbulo había en mis sueños y especialmente en mis desvelos, en los que me daba por soñar despierto…


Evaristo Valle, Recuerdos de la vida del pintor,
escritos autobiográficos del pintor publicados por vez primera en 2000.



La orgía (1903), por Evaristo Valle. Óleo sobre lienzo, 203 x 116 cm.
Según Lafuente Ferrari en "La vida y el arte de Evaristo Valle" (1963, p273) otros títulos son "Ensueño" o "Vapores de Champagne".
Según Luca de Tena, en el catalogo de la exposición "Centro y periferia en la modernización de la pintura española 1880 - 1918", celebrada en Madrid en 1993 y en Bilbao en 1994 (1993, p372), se titula "La sobremesa del champagne"
e indica que en la exposición de la Sala Iturrioz celebrada en 1909 se tituló "Panneau".


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Sobre Alfonso Camín, en el 30 aniversario de su fallecimiento...

          No solamente yo estudiaba en la escuela; estudiaba en la casa, en el prado cuidando el ganado y hasta cuando iba montado en el burro rumbo al molino, un asno de mala casta, enterizo y cerril que, al morírsenos la burra vieja, lo compró mi padre no sé dónde, por cuatro cuartos, cuando aún no era para montar y tenía una lana tan larga como el carnero de los Aguirre. Tardó mucho en dejarse montar y nunca fue asno de buena ley. Era un catedrático en dar saltos y en tirar al jinete, cuándo por sobre las orejas, cuándo por sobre el trasero, despidiéndolos con dos coces y yéndose lejos, a trote largo, las orejas altas, los ojos avizores y un gran relincha victorioso.


Donkey riding on the beach (18901-1901), por Isaac Israëls, óleo sobre lienzo, 51x70 cm, Rijksmuseum, Amsterdam (Holanda).


Me hice tan famoso en el pueblo, en esto de amansar burros, que de todos los entornas venían los vecinos a encargarme la doma de un burro nuevo. Los llevaba a un prado, casi siempre el de Pepón, los montaba muy hacia delante, les metía las piernas entre los remos delanteros y cuando el burro quería tirarme, le echaba yo la zancadilla, perdía fuerza y era él el que se caía y yo sobre él, muy cómodo y abierto de piernas, riendo a mandíbula. Los domaba en siete u ocho jornadas, venían muchos a verme como en el boxeo, en el teatro o cuando hay un crimen, y me pagaban dos pesetas de plata enteriza por cada asno que lograba que entrase en razones.

-¿Ya está domado?
-Creo que sí.

Con estas pesetas no sólo compré un cartapacio y los libros que me indicaban, una caja de dibujo con todas las herramientas, brillantes como la plata, sino que mi madre me compró una tela de mahón y me hizo un traje de chaqueta muy entallada, muy cerrada de cuello, y con los pantalones de los llamados "abotinados", con el que fui a la romería de la Asunción y cuentan que estaba muy majo. La boina me la había comprado el tío Blasín, a cambio de tres "ñervatos" tiernos que le entregue de un nido, y la llevaba yo engallada, inclinándola sobre la frente, como suele el gallo poner la cresta, mandón entre las gallinas.

El que temprano anda suelto, es muy difícil de atar. Yo era un niño que andaba entre hombres. Tenía que ser hombre antes de tiempo. De ahí que me fuese de cortejo, después de la escuela nocturna. Y de ahí también que mi padre me esperase detrás de la puerta con la estaca en la mano. Se levantaba en escarpines y en las noches de invierno le atenazaba el frío. Sin querer, estornudaba, tosía fuerte y yo, que tenía un oído de lince, me daba cuenta y no entraba en casa. Me iba de puntillas y dormía en la "tenada", entre la hierba seca del ganado. A veces me daba pena, porque mi padre seguía en es- carpines hasta la una o las dos de la noche, esperando que yo llegase para darme la zurra. Pero entre la pena y la zurra, yo me quedaba con la pena.

Mi madre, en las mañanas de frío, nos hacía unas sopas de ajo, sopas de casa pobre, antes de partir mi padre al trabajo. Ahora éramos dos, camino de la cantera. Mi padre, a veces, rechazaba las sopas de ajo, reclamando les fabes requemadas que habían quedado de la cena. Mi madre las recalentaba y, cuando el compango brillaba por su ausencia, que era casi siempre, solía mi padre comerlas, con este estribillo: por la mañana, boroña y fabes, al medio día, fabes con berces; a la noche, fabes con torta, ¡anda, Xuan, machaca les piedres! Con todo y este humorismo, mi padre creía en les fabes como el creyente en Dios. Toda su fuerza para el trabajo la achacaba a les fabes, repitiendo que yo jamás sería un hombre fuerte, porque huía de ellas no siendo en los días de fiesta, cuando llevaban su guarnición de tocino, lacón, chorizo y la sabrosa morcilla.

En realidad, yo acudía a la escuela de Pascuas a Ramos, tanto por el miedo que comenzaba a tenerle al maestro como por valerse mis padres de mí para los trabajos de casa y de afuera. Antes de ir a trabajar a los caleros y a las canteras de Contrueces, nunca se me tuvo ocioso, a no ser cuando yo tomaba el ocio por mi cuenta y me costaba lo mío, pues la madre daba cuenta al padre y el padre tomaba la verdasca en la mano. En esto, mi padre se parecía bastante al maestro de Roces.

Esto de partir para la Habana era cosa seria y daba mucho que hacer, lo mismo a mí que a los demás. Era de más embarazo que partir para la guerra. Las madres lloraban lo mismo cuando se embarcaba la juventud para América que para Marruecos. Lo que indicaba que se volvía tarde o que no se volvía jamás. Yo pensaba, más que todo, en el "Muley". En el "Muley" que estaba lejos y en mi madre que estaba cerca. Mi madre me miraba de hito en hito, daba la vuelta y lloraba por los rincones para que yo no la viera.

Fragmentos de Entre manzanos (niñez por duros caminos), Revista Norte, México (1952). 

martes, 11 de diciembre de 2012

Sobre un osu cazau en la Vega Pociellu en 1809...




Como cura que soy de esta parroquia de San Salvador de Sobrecastiello en el concejo de Caso. Certifico que Miguel Rodríguez mi feligrés pasando a caza en el sitio que llaman Vega Pociello, términos de esta referida, dio muerte a un oso a tiro de escopeta cuya piel me presentó y para que conste doy la presente que firmo en esta mi rectoral y octubre veinte y ocho de mil ochocientos y nueve =Juan de la Cruz Conches= =Oviedo noviembre 3 de 1809= Se me ha presentado la piel del oso de que habla anterior certificación, y después de haber mandado cortar las orejas se le devolvió para que el dueño pueda beneficiarla del modo que le parezca, devolviéndole esta certificación para que pueda reclamar dentro de algunos días el importe de la talla de esta fiera, mediante a que [vuelto] en la tesorería no hay fondos algunos =Miranda= Se le pagó en 26 de febrero 1813.

Junta General 1815. Actas, legajo 134, s.f.,
en el Archivo General de la Administración del Principado de Asturias, Fondo Histórico.


martes, 4 de diciembre de 2012

Sobre guadañes, gaxapos y Van Gogh (after Millet)...


Fue durante la Edad de Hierro que aparecieron en Austria, Suiza y el sur de Alemania las primeras guadañas. Casi al tiempo, o muy poco después, se hicieron inseparables a esta los preseos o herramientas del segador: el gaxapu conteniendo la piedra de afilar en agua y forrada con hierba, con el paisano, y el yunque y el martiellu al pie del hórreo. De los primeros, los gaxapos, también denominados cachapas, zapicos y canaos, se viene mostrando en el Museo del Pueblo de Asturias de Gijón una soberbia exposición que incluye 114 piezas, pertenecientes a la propia colección del Museo y a la de Alfonso Fernández Canteli, de muy diversas procedencias y que ilustra sobre la distribución y tipología en Asturias de un instrumento de origen europeo. Fernández Canteli, gijonés y catedrático de la Universidad de Oviedo, también es propietario de las 106 madreñas de variopintas procedencias depositadas por diez años en el Museo de la Madera de Veneros, en Caso.



El segador, after Millet (1889), de Vincen Van Gogh, óleo sobre lienzo, 43,5 x 25 cm.
En colección privada del Reino Unido.


El gaxapu sólo existe en Europa y se utiliza en casi todo el continente. Su existencia se encuentra estrechamente relacionada con la explotación de la ganadería vacuna por la necesidad de acopiar hierba para alimentar al ganado durante los inviernos. Históricamente, sus primeras imágenes datan de la Edad Media puesto que no se conservan gaxapos anteriores a esta época. En el Salterio manuscrito de Bonmont, de 1260, ya se incluye un dibujo de un segador con gaxapu a la cintura.

A nivel europeo existe una gran diversidad de tipos de gaxapos. Entre los de madera predomina un modelo de cuerpo perfectamente cilíndrico, torneado, de gran tamaño y cuyo rasgo más característica es la forma apuntada de su base, que servía para clavar el gaxapu en el suelo cuando se cabruñaba la guadaña. Este modelo aparece desde Francia hasta los países del este de Europa, sobresaliendo los gaxapos en madera del área alpina de Italia, Francia, Suiza, Alemania y Austria, en especial los de la región del Tirol, de cuidadísima factura y exuberancia decorativa.

En España sólo existen gaxapos en la mitad norte, especialmente en el área de la Cordillera Cantábrica, donde predomina la ganadería vacuna., al contrario que la cría de ganado ovino, que no precisa del acopio de hierba para su alimentación, y que hace que apenas sean conocidos en los Pirineos. A excepción de Asturias y Cantabria, donde abundan los gaxapos de madera en gran variedad de formas y decoraciones, el tipo de gaxapu habitual en nuestro país, así como en Portugal, es el que se fabrica con un cuerno.

Ya situados en Asturias, existen cuatro grandes áreas de gaxapos en nuestra región, que parecen guardar relación con los cuatro grupos dialectales del bable. En el extremo occidental es casi exclusivo el gaxapu de cuerno, de ahí que se le denomine corno, y aunque estos aparecen también en otras zonas lo hacen de manera puntual. La decoración de los gaxapos hechos en cuerno de bóvido presenta similitudes con la de otros útiles elaborados en este mismo material (cuernas para ordeñar, para pólvora, etc.). Así, aparecen a menudo la figura humana y los nombres de los propietarios escritos en grandes letras.

          En el resto del territorio el gaxapu común es el de madera, existiendo tres tipos principales que se reparten en otras tantas zonas geográficas, aunque a menudo aparecen mezclados y son numerosas las variantes (cilíndricos, prismáticos o planos), decorados con motivos geométricos y figurativos (vegetales, animales y personas), que aparecen pintados, incisos o tallados. Sin embargo, no existe gran coherencia decorativa, lo cual sí sucede en las madreñas, por la ausencia de artesanos especializados que mantuviesen la continuidad en los motivos.

Cierto es que en los últimos años cada vez se ven más gaxapos comerciales de materiales plásticos y menos de madera o cuerno. Por ello, por su variedad y belleza, se justifica sobradamente su estudio, conservación y divulgación, como un elemento más de nuestro patrimonio cultural.