Mientras camino por los Royal Botanic Gardens de Kew, en la capital inglesa, me viene a la memoria una
carta que Charles Darwin dirigió a su gran amigo el botánico Joseph Dalton Hooker, en la que el padre de la teoría de la evolución, base de la biología como ciencia, decía sentir que transcribir esta al papel era “como confesar un asesinato”. Ambos mantuvieron una
prolongada correspondencia en la que Darwin mostraba su preocupación por la
confrontación que su entonces irreverente teoría presentaba con el dogma religioso. No tardó demasiado en comprobar que no sólo fue rechazada por la Iglesia, sino también por la clase
política e incluso la propia ciencia decimonónica.
Sir Josehp Dalton Hooker (1909), por George Eastman Cook, óleo sobre lienzo,
39,5x33 cm, en los Royal Botanic Gardens, Kew (Inglaterra).
39,5x33 cm, en los Royal Botanic Gardens, Kew (Inglaterra).
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