El mejicano Enrique Krauze pasa por ser uno de los más importantes ensayistas de la actualidad. Historiador de conocida trayectoria, entre sus muchos libros se encuentran piezas maestras del género biográfico, como su monumental Biografía del poder, que recorre la trayectoria de los principales prohombres de México desde la Independencia hasta los últimos presidentes del PRI. También suyo es el análisis de la Venezuela laboratorio de la primera revolución del nuevo milenio o nación que marcha, no sin resistencias civiles, hacia un duradero régimen autoritario, plasmado en las páginas de El poder y el delirio, una diatriba en la que trata de discernir el papel de Hugo Chávez, combativo y avanzado líder político, artífice del «socialismo del siglo XXI», o estereotipado aprendiz de dictador, populista y palabrero.
Una estructura semejante ha guiado esta su última entrega, en la que desarrolla los hechos e ideas de figuras relevantes del pensamiento y la acción política en Latinoamérica a lo largo del pasado siglo. Según Krauze, los anhelos redentores de líderes e intelectuales son, en general, nefastos para las naciones que pretenden salvar. Su ideario neoliberal, basado en pensadores como Berlin o Popper, le lleva a desconfiar de las utopías revolucionarias y, visto el continuo rebrotar de esa semilla seudomesiánica, probablemente la circunstancia hubiera requerido un análisis más demorado y complejo. Pero, en cualquier caso, he aquí un libro que presenta a muchos lectores una galería atractiva de un grupo de figuras esenciales de la historia hispanoamericana del siglo XX.
Aunque mi intención primera era realizar una recensión de Redentores más trabajada, esta mañana tomando café en La Industrial pude leer en el periódico El País los comentarios de Mario Vargas Llosa sobre la obra de Krauze. Por su sobriedad, no puedo menos que, en detrimento de mis propias notas, re-publicar las del maestro.
Quienes creen que la historia de América Latina es una obra maestra de la sinrazón, un producto del puro instinto y de la fuerza bruta, deberían leer el reciente libro del historiador mexicano Enrique Krauze, Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate, 2011). Este ambicioso y audaz ensayo quiere mostrar, a través de perfiles biográficos de 12 latinoamericanos de diversa vocación -políticos, revolucionarios, escritores, dictadores- que la evolución de América Latina no es un caos, resultante de las pasiones y los apetitos desbocados, sino una compleja trama movida por ideas y convicciones que, aunque a menudo disimuladas detrás de desplantes, matonerías y retóricas rimbombantes y huecas, le dan a aquella sentido, coherencia y racionalidad.
Una estructura semejante ha guiado esta su última entrega, en la que desarrolla los hechos e ideas de figuras relevantes del pensamiento y la acción política en Latinoamérica a lo largo del pasado siglo. Según Krauze, los anhelos redentores de líderes e intelectuales son, en general, nefastos para las naciones que pretenden salvar. Su ideario neoliberal, basado en pensadores como Berlin o Popper, le lleva a desconfiar de las utopías revolucionarias y, visto el continuo rebrotar de esa semilla seudomesiánica, probablemente la circunstancia hubiera requerido un análisis más demorado y complejo. Pero, en cualquier caso, he aquí un libro que presenta a muchos lectores una galería atractiva de un grupo de figuras esenciales de la historia hispanoamericana del siglo XX.
Aunque mi intención primera era realizar una recensión de Redentores más trabajada, esta mañana tomando café en La Industrial pude leer en el periódico El País los comentarios de Mario Vargas Llosa sobre la obra de Krauze. Por su sobriedad, no puedo menos que, en detrimento de mis propias notas, re-publicar las del maestro.
Las ideas y el caos, por Mario Vargas Llosa. 29/enero/2012.
Quienes creen que la historia de América Latina es una obra maestra de la sinrazón, un producto del puro instinto y de la fuerza bruta, deberían leer el reciente libro del historiador mexicano Enrique Krauze, Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate, 2011). Este ambicioso y audaz ensayo quiere mostrar, a través de perfiles biográficos de 12 latinoamericanos de diversa vocación -políticos, revolucionarios, escritores, dictadores- que la evolución de América Latina no es un caos, resultante de las pasiones y los apetitos desbocados, sino una compleja trama movida por ideas y convicciones que, aunque a menudo disimuladas detrás de desplantes, matonerías y retóricas rimbombantes y huecas, le dan a aquella sentido, coherencia y racionalidad.
Como los autores de las dos obras capitales que le sirven de modelo, Russian Thinkers, de Isaiah Berlin, y To the Finland Station, de Edmund Wilson, Enrique Krauze cree firmemente que las ideas hacen siempre la historia
y explican todos los grandes hechos -repugnantes o admirables,
generosos o mezquinos, liberadores o esclavizantes- que constituyen el
devenir de todas las sociedades y naciones.
Aunque rigurosamente trabados entre sí, los capítulos del libro son de dimensión y profundidad variada
y entre el riquísimo y exhaustivo dedicado a Octavio Paz -un libro
dentro del libro, en verdad- y los más breves y someros consagrados, por
ejemplo, a José Martí y a Eva Perón, hay diferencias acusadas. Pero
todos están escritos con desenvoltura, astucia y felicidad y se leen con
la expectativa y la excitación de las mejores novelas. Redentores
es una obra clave de nuestros días, una de las empresas intelectuales
más audaces concebidas en el ámbito intelectual y político
latinoamericano, y, por su rigor y erudición y la originalidad de sus
análisis, un aporte valiosísimo para entender la actualidad y las
perspectivas inmediatas de ese continente que creíamos de las
oportunidades perdidas pero que, según la tesis más polémica de Krauze,
ya no lo es más, pues ha entrado por fin, en medio del tumulto que es
todavía su fachada, en un rumbo de verdadero progreso.
El optimismo que transpira el libro no peca de ingenuo, está fundado en
datos, indicios y razonamientos persuasivos. Debo confesar que, en mi
caso, ha servido para derribar desconfianzas y escepticismos que
alentaba hacia algunos países, sumidos en problemas que me parecían
obstáculos insalvables para que en ellos echaran raíces en un futuro
próximo instituciones y costumbres democráticas sobre bases estables.
Desde luego, Krauze es muy consciente de la enorme diversidad
existente entre la veintena de países de América Latina y de la
imposibilidad de que todos ellos progresen al mismo ritmo y de la misma
manera. Es también muy lúcido sobre los desafíos mayores para la
democratización que representan el narcotráfico y su inmenso poderío
económico y el crecimiento desaforado de la delincuencia y la corrupción
que en gran parte es su consecuencia. Lo que señala es una tendencia
general a la que, unos más rápido y otros con retardo, todos se van
sumando, algunos con entusiasmo y lucidez y los demás a regañadientes y
hasta sin darse cuenta cabal del proceso modernizador en el que están
inmersos.
America noviter delineata, auct. Jodoco Hondio (1563-1612); H. Picart fecit. Mapa publicado en París c. 1640.
Según Krauze no es casual que en la América Latina de nuestros días no
haya sino una sola dictadura de tipo clásico, la de la Cuba castrista,
una semidictadura demagógica y corrupta, la Venezuela de Hugo Chávez, y
un par de democracias populistas y secuestradas por caudillos como la
Bolivia de Evo Morales y la Nicaragua de Daniel Ortega, en tanto que
todos los otros países, no importa cuán imperfectas sean todavía sus
instituciones, parecen haber optado de manera resuelta por Estados de
derecho basados en la democracia política y economías de mercado. Más
importante todavía: el modelo socialista autoritario que en los años
sesenta y setenta reclutaba a todas las vanguardias políticas del
continente y era el santo y seña de sus juventudes, está hoy
prácticamente en ruinas, condenado a una marginalidad que se sigue
encogiendo y que alientan apenas grupos y grupúsculos huérfanos de calor
popular, en tanto que una nueva izquierda, como la que gobernó en Chile
con la Unidad Popular y que gobierna ahora en países como Brasil,
Uruguay, El Salvador y Perú, ha dejado atrás sus viejos sueños
colectivistas y estatistas y optado por el pragmatismo democrático y de
economías abiertas de la social democracia europea.
El camino para llegar hasta aquí -a la modernidad y el realismo políticos- ha sido largo, sangriento, de confusión y delirio ideológicos, sueños utópicos de redención social a través de la violencia, la guerra civil, dictaduras atroces, democracias paralizadas por la ineptitud y la venalidad de sus líderes, burócratas y parlamentarios, y Enrique Krauze lo traza en síntesis brillantes y elocuentes a través de los perfiles biográficos. Por momentos, como en las páginas dedicadas a José Vasconcelos, a Evita Perón, al Che Guevara y al subcomandante Marcos, el libro alcanza vuelos épicos, relata deslumbrantes peripecias aventureras que parecen provenir más de las fantasías locas del realismo mágico que de una realidad documentada. Los repetidos fracasos, las enormes desigualdades económicas y sociales, el sufrimiento que las repetidas desventuras políticas han ido sembrando por todo el continente, poco a poco han ido empujando a las sociedades latinoamericanas hacia el realismo, es decir, hacia los consensos democráticos, el primero, el de coexistir en la diversidad política sin entrematarse, acatando los veredictos electorales, la renovación periódica de los Gobiernos, el respeto a la libertad de expresión y al derecho de crítica, la aceptación de la propiedad, de la empresa privada y del mercado como mecanismos indispensables del desarrollo económico. Todo ello ha ido imponiéndose poco a poco, por la fuerza de las cosas, a través de la evolución de una derecha y una izquierda que, no sin reticencias y traspiés, han ido renunciando a sus viejas obsesiones excluyentes y violentistas, y cambiando de métodos.
El camino para llegar hasta aquí -a la modernidad y el realismo políticos- ha sido largo, sangriento, de confusión y delirio ideológicos, sueños utópicos de redención social a través de la violencia, la guerra civil, dictaduras atroces, democracias paralizadas por la ineptitud y la venalidad de sus líderes, burócratas y parlamentarios, y Enrique Krauze lo traza en síntesis brillantes y elocuentes a través de los perfiles biográficos. Por momentos, como en las páginas dedicadas a José Vasconcelos, a Evita Perón, al Che Guevara y al subcomandante Marcos, el libro alcanza vuelos épicos, relata deslumbrantes peripecias aventureras que parecen provenir más de las fantasías locas del realismo mágico que de una realidad documentada. Los repetidos fracasos, las enormes desigualdades económicas y sociales, el sufrimiento que las repetidas desventuras políticas han ido sembrando por todo el continente, poco a poco han ido empujando a las sociedades latinoamericanas hacia el realismo, es decir, hacia los consensos democráticos, el primero, el de coexistir en la diversidad política sin entrematarse, acatando los veredictos electorales, la renovación periódica de los Gobiernos, el respeto a la libertad de expresión y al derecho de crítica, la aceptación de la propiedad, de la empresa privada y del mercado como mecanismos indispensables del desarrollo económico. Todo ello ha ido imponiéndose poco a poco, por la fuerza de las cosas, a través de la evolución de una derecha y una izquierda que, no sin reticencias y traspiés, han ido renunciando a sus viejas obsesiones excluyentes y violentistas, y cambiando de métodos.
junto a Evo Morales, idem de Bolivia desde 2006 / Fidel Castro, primer ministro (1959-1976) y presidente (1976-2008) de
Cuba, Raúl Castro, presidente actual y sucesor de su hermano Fidel, y Ernesto Che Guevara, comandante de la Revolución
Cubana entre 1953 y 1959 / Eva Perón, Primera Dama de Argentina desde 1946 hasta su fallecimiento en 1952 /
Subcomandante Marcos, ideólogo y portavoz del grupo indigenista mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Desde luego que nada de esto es irreversible. Enrique Krauze no cree
que la historia tenga leyes inflexibles a las que los pueblos estén
sometidos como los astros a la ley de gravedad, sino que aquella
fluctúa, avanza o retrocede y a veces gira sobre sí misma de manera
tautológica. Pero las conclusiones de su libro son elocuentes y
estimulantes: comparada, no con el ideal, sino con su pasado mediato e
inmediato, América Latina ha progresado de manera notable. Si sus
economías van creciendo y han resistido mejor la crisis financiera que
causa estragos en Estados Unidos y en Europa es porque ahora es más
libre que en el pasado y porque la cultura de la libertad ha ido
impregnando tanto su realidad política como la social y la económica.
Nada indica que en el futuro inmediato esta tendencia vaya a cambiar.
Todo lo contrario. Habría que ser ciego porfiado en materias
ideológicas para creer que todavía la Cuba totalitaria, donde siguen
muriendo los disidentes perseguidos por la policía política, o la
Venezuela arruinada y enconada por las malas artes de Hugo Chávez,
pudieran ser el modelo hacia el cual se encamina el resto del continente.
Es evidente que esos regímenes representan anacronismos en proceso de
desintegración -muy lenta, por desgracia- en un contexto en el que lo
que se va imponiendo de manera inequívoca es el modelo democrático
liberal.
Como soy uno de los 12 protagonistas de Redentores,
y Krauze me dedica un generoso ensayo, he tenido dudas hamletianas
antes de reseñarlo. Sé de sobra las suspicacias que este artículo puede
despertar. Pero lo hago porque, como todavía las ideas que su autor
defiende tienen tanta dificultad para ser reconocidas y aceptadas en el
medio intelectual latinoamericano -paradójicamente más retrógrado que el
político y el económico-, me temo que no tenga la difusión que se
merece y sea víctima de la discriminación y censura que aún practica el
establishment cultural, controlado por un progresismo de pacotilla.
Krauze tiene el coraje de proclamarse un liberal en un medio donde
todavía esta parece una mala palabra, asociada a las ideas de
explotación y egoísmo capitalista, y otro de los grandes méritos de su
ensayo es devolver a aquella su prístino sentido de defensor y amante de
la libertad como valor supremo, pero de ninguna manera disociada de la
justicia y de la convicción de que ésta, en el dominio social, sólo
puede significar la creación de una sociedad donde haya igualdad de
oportunidades para todos. En este sentido, tiene muchísima razón
cuando sostiene que el liberalismo está más cerca de la socialdemocracia
que del conservadurismo, y que, buena parte del proceso de
modernización de América Latina se debe a que, sin que nadie lo quisiera
ni advirtiera, ambas tendencias se han ido acercando y confundiendo en
la realidad, empujando de este modo la civilización y haciendo
retroceder la barbarie. Su libro es un hito decisivo en este proceso
civilizador.
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