Los ceratópsidos se
caracterizaron por disponer de grandes cráneos dotados de cuernos (sobre los
ojos o sobre la nariz, pero rara vez en ambos lugares) y unas considerables
proyecciones parietales a modo de repisas o áreas expandidas en los márgenes
del cráneo, desde la región de las "mejillas" hacia arriba, hasta detrás de la
parte superior de la cabeza. Este rasgo está presente en todos los especímenes
en diferentes grados: como protuberancias ocasionales o puntas aquí y allá,
como proyecciones más grandes o como una repisa más completa o gorguera
extendida sobre todo el cuello y los hombros. Estos bordes craneales o
extensiones marginales también se encontraban presentes en otro grupo de
dinosaurios fitófagos, los paquicefalosaurios o “cabeza de hueso”. Este hecho
ha llevado a los paleontólogos a agrupar a estos últimos con los ceratópsidos,
como parientes próximos dentro de un grupo mayor de dinosaurios denominado
marginocéfalos o “cabezas con margen”.
Cabeza de Triceratops a escala real, en el Cleveland Museum of Natural History.
Ya desde inicios del siglo XX, cuando la gorguera nucal era conocida entre los antropólogos como hueso dermosupraoccipital, la función de esta proyección
parietal en los ceratópsidos ha sido ampliamente debatida. En
la mayor parte de los géneros, excepto en Triceratops,
no se trataba de un hueso sólido y podría haber tenido poca utilidad como
escudo protector en posibles luchas entre ejemplares o como defensa ante depredadores. Por ejemplo, en Arrhinoceratops la gola, de no más de 20 mm de espesor, estaba ribeteada de protuberancias óseas y presentaba (como Diceratops o Centrosaurus) dos aberturas revestidas de piel que aligeraban bastante su peso. Otros ceratópsidos presentaban gorgueras extremadamente gruesas, caso de Avaceratops, o de grandes dimensiones, como la de Pentaceratops, que superaba los tres metros de diámetro, o Chasmosaurus con su imponente placa cuadrada más larga que su propia cabeza. Del lado contrario se pueden citar a Prenoceratops, con vestigios de una valona rudimentaria, y Leptoceratops, con una placa apenas apreciable.
Una propuesta teórica, en la actualidad rechazada por la mayoría de los dinosauriólogos, es que la gola proporcionaba una extensa superficie para fijar los poderosos músculos de la cabeza y la mandíbula que intervienen en la masticación, con lo que se reforzaría el movimiento mandibular del animal. La ausencia de marcas de inserción muscular en las proyecciones parietales de la mayor parte de los diferentes géneros de neoceratópsidos parece indicar que no existían músculos en esa zona.
Una propuesta teórica, en la actualidad rechazada por la mayoría de los dinosauriólogos, es que la gola proporcionaba una extensa superficie para fijar los poderosos músculos de la cabeza y la mandíbula que intervienen en la masticación, con lo que se reforzaría el movimiento mandibular del animal. La ausencia de marcas de inserción muscular en las proyecciones parietales de la mayor parte de los diferentes géneros de neoceratópsidos parece indicar que no existían músculos en esa zona.
Otra de las propuestas sugiere
que la proyección parietal pudiese tener una función protectora para el cuello, especialmente en aquellos
animales en los que las aberturas parietales estuviesen reducidas o incluso
ausentes. Pero la mayoría de géneros tiene unas fenestras parietales bien
desarrolladas, que suponen un elevado porcentaje del área total de la
proyección parietal. Esta característica haría descartar dicha estructura como
medio defensivo, principalmente frente a los tiranosaurios.
Cuernos y gorgueras también
pudieron tener una función
termorreguladora, lo cual resulta mucho más factible en el caso de la
gorguera por ostentar esta una acusada estructura vascular, especialmente en la
cara superior. En ella, la sangre circulante se calentaría bajo el sol o se
refrescaría con el viento, cuando el animal se colocase en la posición debida.
Réplica de Triceratops a escala real (6.40 m de longitud), en el Cleveland Museum of Natural History.
Otras teorías sostienen que podría
haber sido utilizada como recurso de
comunicación visual entre individuos. El hallazgo de enormes cantidades de
individuos de la misma especie en las llamadas bone beds (capas de huesos donde aparecen millares de estos)
apuntala la idea de que eran animales gregarios que vivían en grandes manadas
de desplazamientos estacionales, como sucede actualmente con los grandes
herbívoros de la sabana africana. Además, la presencia de ornamentaciones accesorias
(en forma de espinas de distintos tamaños y formas) contribuiría a incrementar
su valor como estructura de señalización. Es probable que la superficie dorsal
de la gorguera estuviese adornada con diferentes patrones de llamativos
colores, únicos para cada especie e incluso diferentes entre machos y hembras,
o entre los mismos individuos (como sucede con las cebras, por ejemplo), y que
estos patrones sirviesen como medio de reconocimiento entre los individuos.
Además, cuando el animal agachaba la cabeza la gorguera se situaba
prácticamente en vertical y esta posición podría ser utilizada como amenaza
ante depredadores o ante rivales de la misma especie, en época de celo, además
de conducta de conquista, en un comportamiento similar al que ejecutan los
pavos reales al desplegar la cola. Lamentablemente, no existen evidencias sobre
la presencia de patrones de colores en la proyecciones parietales de los
ceratópsidos, puesto que los colores rara vez se mantiene en los fósiles.
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