En una entrada anterior presentamos la exposición "Senderos a la modernidad: Pintura española de los siglos XIX y XX", visitable hasta el próximo 8 de abril en el Palacio Revillagigedo de Gijón. La muestra cuenta cómo la pintura realista fue introduciéndose
lentamente entre las directrices románticas y en el academicismo,
destacando en este sentido la figura de Carlos de Haes, cuyo éxito
fraguó la escuela paisajista de la segunda mitad del siglo XIX.
Precisamente uno de sus discípulos, Aureliano de Beruete, está presente
en la exposición con obras como Orillas de Avia, Grindelwald y Murallas de Ávila.
Por otra parte, artistas como Hermen Anglada Camarasa y Darío de
Regoyos –quienes al igual que Beruete frecuentaron París– figuran como
principales exponentes del espíritu impresionista francés con paisajes
como La Masia o La playa de Almería de noche, muestran su frescura e innovación.
Paralelamente encontramos el retrato convertido en género artístico por excelencia de este siglo. La exposición cuenta con obras de Joaquín Sorolla –Retrato de señora de 1913–, así como del inconfundible estilo de Ignacio Zuloaga con la obra Angustias con mantilla blanca y abanico. Junto a estos, lienzos de Manuel Benedito Vives y Raimundo Madrazo. Y otros movimientos como el Modernismo, presentes con obras de los miembros de Els Quatre Gats como Isidro Nonell y Joaquín Mir, acompañados de Eliseo Meifrén.
Paralelamente encontramos el retrato convertido en género artístico por excelencia de este siglo. La exposición cuenta con obras de Joaquín Sorolla –Retrato de señora de 1913–, así como del inconfundible estilo de Ignacio Zuloaga con la obra Angustias con mantilla blanca y abanico. Junto a estos, lienzos de Manuel Benedito Vives y Raimundo Madrazo. Y otros movimientos como el Modernismo, presentes con obras de los miembros de Els Quatre Gats como Isidro Nonell y Joaquín Mir, acompañados de Eliseo Meifrén.
Tánger, de Mariano Fortuny y Marsal (Reus, 1838- Roma, 1874), óleo sobre tabla, 20x15 cm.
En 1860 estalló la guerra de España contra Marruecos, y la Diputación de Barcelona encargó a Fortuny que viajara a este país con el ánimo de convertirse en cronista gráfico de la contienda en compañía de Pedro Antonio de Alarcón. Allí se integraría como pintor en el regimiento del general Juan Prim, también originario de Reus.
África supuso un descubrimiento para Fortuny, deslumbrado por la luz norteafricana y encandilado
África supuso un descubrimiento para Fortuny, deslumbrado por la luz norteafricana y encandilado
por las planicies abiertas, las luces
y los habitantes de Marruecos, llegando incluso a aprender
nociones de
árabe para integrarse mejor en el contexto. Se liberará desde este momento de
convenciones y academicismos, sintiéndose atraído
intensamente por los temas orientales.
Retrato de José Benedito Vives, de Manuel Benedito Vives (Valencia, 1875 - Madrid, 1963), óleo sobre lienzo, 38x49 cm.
Aunque su aprendizaje con Joaquín Sorolla pueda sugerir lo contrario, Benedito se mantuvo fiel a un estilo
realista sobrio, de gamas más bien oscuras, bastante alejado del luminismo valenciano. En algunas obras
tempranas se aproxima a la España negra de Ignacio Zuloaga y José Gutiérrez Solana, aunque
habitualmente se mantiene en una corrección estética de fácil salida comercial.
Murallas de Ávila, de Aureliano de Beruete y Moret (Madrid, 1845-1912), óleo sobre lienzo, 41x40 cm.
Abogado y diputado en las legislaturas de 1871 y 1872, Beruete pronto abandonó su carrera política para dedicarse por completo a la pintura. Formado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde tuvo como maestro a Carlos de Haes, también participó en la Escuela de Barbizón después de su primer viaje a París. Una estrecha amistad le unió a Darío de Regollos, a Joaquín Sorolla y a Ramón Casas.
Retrato de señora, de Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 1863 - Cercedilla, 1923), óleo sobre lienzo, 108x151 cm.
Tras su breves etapas formativas a través del realismo y del naturalismo, después de un viaje a París en 1894 se introdujo plenamente en el luminismo y comenzó a pintar al aire libre, dominando con maestría la luz y combinándola con escenas cotidianas y paisajísticas de la vida mediterránea, no sin abandonar su pintura de denuncia social.
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