"En mi vida he conocido a varios individuos que querían ser artistas y a los que les mantenían sus padres; ninguno consiguió triunfar. Es curioso, podría creerse que la necesidad de expresarse, de dejar huella en el mundo, es una fuerza poderosa; y, sin embargo, por lo general, no basta. Lo que mejor funciona, lo que empuja a la gente con la mayor violencia a superarse sigue siendo la pura y simple necesidad de dinero".
(Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, 2011)
Finalmente, desde hoy ya se encuentra en librerías la última obra del francés Michel Houellebecq, galardonada con el premio Goncourt, y de cuyo autor poco se sabe además de su semiretiro en Cabo de Gata (Almería), o que no dispone de correo electrónico ni de teléfono porque, tras la de su mascota, no quiere saber nada de nadie, según su propia editorial española, y a lo que probablemente también haya contribuido en su momento que sus padres, allá en Isla de Reunión donde nació, pronto “perdieron todo interés por su existencia”, lo que le condujo a pasar su infancia y adolescencia con su abuela paterna, de la cual posteriormente adoptó su apellido. En sus obras encuentran cabida las reflexiones sobre el arte contemporáneo, las compañías aéreas low cost, el turismo sexual, la clonación o la asexualidad.
Como se puede deducir, en tan azarosas y peculiares vida y obra, Anagrama, su editorial en España, ha encontrado el mejor instrumento de marketing, intentando situar a Houellebecq en el consagrado altar de escritores malditos encabezado por Rimbaud, Shepard, Baudelaire o el mismo Marqués de Sade.
Acusado de misógino, reaccionario, o decadente, entre otros, sus declaraciones se tornaron incendiarias en diversas ocasiones, como cuando arremetió contra el movimiento popular de Mayo del 68 o cuando manifestó que “los judíos son más inteligentes y más interesantes que la media” de los hombres, u opinando que el Islam es “la religión más idiota del mundo”, lo que le supuso denuncias por parte de varias agrupaciones islámicas y de derechos humanos por injuria racial e incitación al odio religioso, siendo finalmente absuelto de todos los cargos por ser lícitas las opiniones contrarias a la religión en un estado laico como el francés. Todos estos episodios le acabaron reportando un mayor empuje en la venta de sus libros.
Tan prolífico como polifacético, Houellebecq, ha explorado otras ramas artísticas además de la novela, como el ensayo o la poesía, la canción, la dirección de cortometrajes o la publicación de columnas en prensa. Con anterioridad, l’enfant terrible de la literatura francesa había sido finalista del Goncourt en dos ocasiones, por sus novelas “Las partículas elementales” y “La posibilidad de una isla”, ambas de gran calidad literaria y que le supusieron el reconocimiento internacional, pero también los más encendidos debates entre partidarios y detractores.
Hace años leí Las partículas elementales y dije que era mi primer y único Houellebecq. Luego participé en un coloquio con él y me tuve que leer para prepararlo un libro suyo de poemas. (Perfecto en la forma, patético en el fondo). Hace meses leí en francés El mapa y el territorio y me reconcilió con el autor. No es una obra maestra, pero su construcción es muy original (el autor es personaje e incluso víctima en la novela negra que es la segunda parte del libro) y está llena de sana ironía. No sé si todo se entenderá en la versión española, porque hay muchas referencias a situaciones y personajes absolutamente franceses.
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