En el rastro
de Gijón, al que acudo con menos frecuencia de la que me gustaría, encontré este
domingo, por un euro y nuevo, El cuaderno
gris de Josep Pla, en una edición de 1999, prologada por Carmen Rigalt y
con traducción de Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros. Recuerdo ahora la
entrevista que el ingeniero y filósofo Salvador Pániker (propietario de
Editorial Kairós, donde ha divulgado la obra de importantes figuras de la
contracultura) realizó a Pla en su casa, el Mas Pla, en 1965. Pla le dijo al
autor en varias ocasiones que era la mejor que le habían hecho nunca. Apareció
en el libro Conversaciones en Cataluña (Kairós, 1966), que recogía los encuentros
de Pániker con catalanes que en aquel momento eran figuras relevantes desde un
punto de vista político, social y cultural. El libro fue un best-séller y uno
de los más comentados de la temporada. En la introducción de la entrevista, que
por razones de espacio ha sido aquí, al igual que el texto, abreviada, Pániker
dice: "Yo sentía gran curiosidad por conocer a José Pla, pero al mismo
tiempo temía encontrarme con un falso personaje, con un farsante empeñado en
representar el papel de José Pla. Felizmente no fue así. Pla resultó ser un
hombre de verdad, del cual me impresionó su espontaneidad creativa, su economía
verbal, su patetismo, su soledad y su metafísico cabreo".
Josep Pla, por Joan Martí Aragonés (1936-2009), oleo sobre lienzo.
Pla dice de sí mismo que él no
es un literato, sino simplemente un payés que escribe. Su apellido es el de una
familia que durante siglos ha vivido, sin interrupción, en una aislada masía de
la parroquia de Llofriu (Baix Empordà) y en donde, actualmente, sigue viviendo
el escritor /.../ Bajo la inmensa campana de la chimenea hay una mesa redonda
en la que se come, se bebe, se escribe, se lee, se conversa o se dormita. Es el
corazón de la vivienda. [...] La conversación que sigue tuvo lugar debajo de la
gran campana, con el magnetofón sobre la mesa.
–Es muy ingenioso este aparato
–Es un aparato alemán.
–Los alemanes son muy ingeniosos; fabrican unos
tornillos excelentes. Ello es una prueba de la inteligencia humana, que como
sabe usted muy bien, es muy poca cosa.
–Los alemanes han hecho algo más que tornillos
–Han hecho el idealismo alemán.
–¿Qué opina del idealismo alemán?
–Que se puede interpretar de muchas maneras. Como
la poesía de Riba [...].
–¿Usted vive aquí todo el año?
–Todo el año.
–¿No se encuentra muy aislado?
–Yo tengo una edad descarada, tengo sesenta y
ocho años; una edad absolutamente escandalosa. A esta edad todo es diferente.
–Usted viaja bastante.
–Me gustaría viajar más. Ahora estoy muy cansado;
mi madre murió hace quince días, y esto, claro, siempre produce una cierta cosa
extraña. Pruebe este vino; no sé si le gustará. ¿Le gusta? Lamento no poder
ofrecerle otro; este año no salió muy bueno.
–Es un vino excelente, y con su permiso me iré
sirviendo a discreción.
–Pues claro, beba hombre, beba. [...]
–Le advierto que lo que quiero es charlar.
–Y yo le advierto que soy un tipo, y perdone,
bastante anticonvencional. No tiene que confundirme; a mí todo este mito del
hombre de letras y la vida intelectual de París no me interesa nada. Al
intelectual, en tanto que intelectual, lo odio. Es un ente que no tiene nada
que ver con nada. Es un monstruo.
–No se lo digo con ánimo de halagarle; pero a
mí su posición me parece muy plausible.
–Es que si se propusiera halagarme tampoco lo
conseguiría [...].
–De la función del escritor en el mundo
actual, ¿qué opina?
–En baja, en franca baja. ¿No le parece?
–No lo sé.
–Me parece que es una cosa tan agotada como la
escultura griega. Teniendo en cuenta esta especie de media cultura que se va
implantando por el mundo, la gente sólo leerá novelas policiacas. Cuando digo
la gente quiero decir la masa. No creo en la igualdad humana; creo que la cosa
funciona de otro modo. Es un tema sobre el cual nunca se habla; pero tenemos
que reconocer que hay gente absolutamente cerrada. Y es que el hombre no es un
animal racional; es un animal sensual. Por eso estoy en favor de las religiones
[...]. En el sentido de que la religión es una cosa antisensual.
–¿Cree usted?
–Vaya si lo creo. ¿Usted no? Hablo de las
religiones que conozco. No de las grandes religiones de Oriente. Aunque en la
escultura religiosa hindú hay mucha sensualidad [...]. El recurso de la
sensualidad es un admirable recurso, tan importante como el del idealismo
alemán. La gente encuentra un camino en el comer, en las mujeres y en todo
esto. Seguro. Un camino importantísimo, enorme. Esto sólo lo se por lo que he
leído.
–Es un camino válido.
–Usted dirá. Y quizás un camino mucho más humano
que los otros caminos. Quizás. Es un camino que debe de dar una cierta
tranquilidad. Yo, desgraciadamente, he sido un hombre poco sensual. Es una cosa
de la cual me arrepiento profundamente.
–¿Usted podría resumirme, en pocas palabras,
las fases más importantes que ha habido en su vida?
–Sí. París: cinco años, ninguna relación con el
mundo exterior, salvo el periodismo y la lectura. Me he pasado la vida leyendo.
Sin resultado alguno, porque he leído a tontas y a locas. He leído todo cuanto
me ha caído a mano [...]. Yo llegué a París por primera vez en el año 1919,
recién terminada la Primera Guerra Mundial. Es el momento más grande de la
historia de Francia [...]. Después me fui a Italia, hice un viaje a Rusia; viví
en Alemania durante la inflación; estuve en Inglaterra, volví a España, y así
hasta que llegó la Guerra Civil española.
–Siempre como periodista.
–Puramente como periodista. A base de mandar un
telegrama diario a los periódicos. Cuando llegó la República me enviaron a
Madrid, donde viví el experimento republicano español día a día, los años que
duró. Ya sabe usted cómo acabó todo aquello. Ya sabe lo mal que acabó todo
aquello. Horrible. La gente más inteligente del país, la gente oficialmente más
inteligente del país, y ya sabe usted cómo acabó.
–¿Por qué fracasó la República?
–Porque, al parecer, en el mundo hay una especie
de hombre, que los castellanos llaman tontos, pero que son muy listos, y otra
especie muy lista, que son unos puros tontos. Esto ocurre en política. Creo yo.
El nivel medio político del mundo es muy bajo,
pero contiene cierto sentido común, un cierto instinto de no molestar a los
demás y de no ocasionarles más sufrimientos del que ya tienen. Éste es el
objetivo general de la política en el mundo. Éste y el mantenimiento de la paz.
–¿El pueblo desea la paz?
–El pueblo desea que los restaurantes estén
abiertos, que las cloacas funcionen y que haya sitio en los autobuses. Yo he
visto a las amas de casa alemanas volverse histéricas en las colas del pan
durante la inflación. Porque el caso es que todo tiene un límite. Esto de que
el hombre posee una resistencia ilimitada es una leyenda, que probablemente
inventó Plutarco, totalmente falsa y estúpida [...]. "Después de la
guerra, durante 17 años, he vivido aquí porque no tenía pasaporte [...]. Al
cabo de 17 años saqué un pasaporte y entonces me llamó Vergés, el dueño de
"Destino", que es un chico de Palafrugell, muy amigo mío, y me dijo:
"¿Por qué no hace usted un viaje por Europa y nos cuenta cómo se vive por
ahí?" Y salí y demostré que en Europa se vivía muy bien. Esta es una de
las pocas cosas positivas que yo he hecho en esta vida.
–Recuerdo que usted enfatizaba la influencia
de lord Keynes.
–Seguro. La inmensa prosperidad europea es hija
de lord Keynes. Esto lo entiende hasta una criatura. Porque si usted tiene una
fábrica de pañuelos y sus propios obreros no tienen facilidad para comprar,
tarde o temprano tendrá que cerrar la fábrica; pero si va subiendo los jornales
usted irá fabricando pañuelos indefinidamente. Es la manera de acabar con la
crisis del capitalismo antiguo.
–Si tuviera que citar a gente importante de
nuestra época, ¿a quién citaría?
–Primero a Lenin. O, si lo prefiere, a Marx.
Después, a Freud: el descubrimiento de la sensualidad ha sido un fenómeno antibarroco
muy importante. Luego a Einstein. Y probablemente a Keynes. ¿Está conforme? Y
el Papa Juan XXIII, que ha sido un tipo considerable. No le hablo del mundo
oriental porque lo desconozco. Siento gran simpatía por India y por China. En
cambio, me atraen escasamente los japoneses [...].
–De todos los personajes que usted ha conocido
en su vida, ¿quiénes son los que más le han impresionado?
–¿De aquí, de Cataluña?
–Empecemos por Cataluña.
–Fabra. Don Pompeu Fabra, el filólogo. Era un
tipo muy agradable; un hombre que me ha interesado mucho [...]. En primer
lugar, porque era un gran apasionado en frío. Además, era un hombre de
presentación muy elegante, y un hombre carente de toda clase de vanidad; un
hombre que no quería dinero, ni quería honores, ni quería nada. Tal vez de
filología no sabía demasiado, sobre todo si le comparamos con Joan Corominas,
que es otro tipo realmente considerable [...]. Un tipo formidable, el señor
Corominas de Chicago. Enseña lenguas románicas, catalán, castellano, provenzal,
francés, italiano, rumano, y es autor de un diccionario impresionante [...].
Otro personaje que también hacía un gran efecto era el señor Cambó; un hombre
muy distinto de lo que hoy se estila; un hombre que cuando daba su palabra la
cumplía, que si tenía una cita a las diez, acudía a las diez, y que si tenía
que contestar una carta la contestaba. Nuestro país, si ha de ser alguna cosa,
ha de encontrar otro Cambó [...].
–¿Y de fuera, quién le ha impresionado?
–Pirandello era un hombre importante. Le conocí
en Italia y luego en Barcelona. Era un hombre con una idea de la naturaleza
humana, una idea antitragedia francesa. Él creía que el hombre es un ser muy
complicado y generalmente contradictorio. Para mí, recién llegado de una época
barroca en la que todo el mundo era de una pieza, esto fue un descubrimiento.
Hay la verdad de usted, la verdad de su mujer, la verdad mía, la verdad de
usted ayer, la verdad de usted mañana. Todo es un enorme mundo de verdades.
–Esto es la evidencia pura.
–Me da la impresión de que esto es la evidencia
pura. Después he conocido a Sartre. Le he conocido como periodista. En el
terreno intelectual yo diría que es hoy el hombre más importante de Francia. Me
lo parece. Casi me jugaría esta mano. La revista que dirige es muy buena; pero tiene
un punto para mí desagradable, y es que a mí puede usted pedirme lo que quiera
excepto el hacerme comunista.
–¿Por qué?
–Porque el partido único me joroba, porque la
policía me joroba, y porque la única cosa que me gusta es la libertad.
–Pero usted no es anarquista.
-La palabra anarquismo me horroriza. Yo soy
partidario del mundo social creado por el cristianismo, que en este país ha
producido a personas bastante apreciables.
–¿Y fuera de este país?
–Fuera de este país también; pero de otra manera.
Aquí todavía puede usted encontrar un policía bondadoso y un juez caritativo.
Los franceses son más fríos. Los ingleses también son más fríos, aunque tienen
una curiosidad universal y comprenden muchas cosas que los latinos no
comprendemos.
–Del futuro de Cataluña, ¿qué opina?
–Regular, sólo regular: no veo ninguna
orientación ideológica. Sobre todo después de la muerte de mi amigo Vicens
Vives, que era un hombre que comenzó siendo muy ingenuo y al que yo inculqué
una cierta malicia política. Era un hombre que no conocía la sociedad y que no
había tratado a nadie, excepto a su señora, que por cierto ha resultado ser una
editora importante. Con el tiempo, Vicens se convirtió en un hombre complejo:
nadie sabía si era del Opus, si era socialista, si era capitalista o si era,
simplemente, un ser ambicioso. De pronto, Vicens murió y su señora ha ganado
mucho dinero. ¿No está conforme?
–Vicens tenía una pinta muy vistosa.
–Parecía un señor americano; pero de joven había
sido pobrísimo, ¿sabe? Pobrísimo.
–Empezar pobre puede ser una ventaja.
–O arruinarse y volver a ganar dinero. Lo peor es
tener dinero siempre.
–¿Usted ha tenido dinero alguna vez?
–Yo no tengo nada. Esta casa, hasta hace quince
días, era de mi madre. Pero como soy soltero y mi hermano es viudo sin hijos,
tampoco ahora podemos hacer nada... Yo soy lo que se dice un "hereu
gravat" [...].
–Me parece que usted dispone de una dimensión
contemplativa.
–Y solitaria. Soy solitario y contemplativo, poco
aficionado a hablar con la gente.
–Pero es un conversador extraordinario.
–Yo no sé nada de nada. Me gustaría saber cómo se
las ingenian estos profesores que no tienen nada qué decir y que no paran de
hablar, y que encima viven de lo que hablan. Es un curioso misterio todo esto.
¿No le parece a usted? Es como los médicos que solamente utilizan la
penicilina. No va muy bien el mundo. Con esta leyenda de que todos somos
iguales se cree que el mundo marchará, y la verdad es que hay muy poca gente
que de verdad sepa algo real. Llegará un momento en que la gente sabrá
manipular un complicado mecanismo, pero no sabrá encender un fuego.
–Ve el futuro con pesimismo.
–Esto no quiere decir que el mundo deje de
funcionar. Hay muchas cosas que van mal y que funcionan; quiero decir que
funcionan sin ningún resultado. Probablemente la historia es una de estas cosas
que funcionan sin ningún resultado.
–De momento estamos aquí hablando usted y yo,
y esto ya es algo.
–Esto es mucho. Y se cultivan los campos y todo
el mundo tiene una barra de pan cada mañana. El misterio de la barra de pan
diario es muy grande. En este sentido hemos llegado a resultados importantes.
Pero aparte de esto no creo que se haya conseguido nada más.
–Ahora iremos a la Luna.
–¿Y qué quiere que vayamos a hacer a la Luna?
Todo esto son historias para entusiasmar a los chiquillos y a los
norteamericanos. Usted sabe muy bien que en la Luna no hay restaurantes y el
ambiente allí es de lo más inhóspito. Ahora bien: los chicos norteamericanos,
que están hartos del Maine y del Connecticut y del atlas terráqueo, quieren la
geografía de la Luna. Les divierte salir de su casa, y quizá por esto mantienen
siempre alguna guerra fuera de su país. No interprete usted la historia a base
de filosofías complicadas. La historia funciona así [...]. Yo, desgraciadamente,
no se labrar, porque no me enseñaron; pero trato bastante a los payeses de este
país, que son gente endemoniada; gente que se defiende, gente complicada,
desengañada, abandonada y pobre. Yo no soy más que un payés de la parroquia de
Llofriu. A mí me hicieron estudiar, pero tal vez esto haya sido un error.
–¿No cree que con su obra ha enriquecido a los
demás?
–¿Yo? No, nada. Vamos; mi sentido del ridículo
llega hasta aquí.
–Sin embargo, ha de admitir que en algo ha
contribuido a la toma de conciencia de su país.
–Hombre, yo he ido a la procesión de mi país. Yo
he tomado parte en la procesión de mi país con una cerilla. Hay quien ha ido
con una candela, con un hachón, y quien con un cirio: yo he ido con una
cerilla. He creído que había que ir a la procesión y he tomado la única cosa
que podía llevar. Eso es todo.
–¿Cómo ve el futuro de España?
–España es un país que está todavía en formación.
Probablemente nos encontramos en el comienzo de su historia. Cuando yo nací
éramos 16 millones a comer diariamente de la olla; hoy somos 31 millones y como
no hay más cera que la que se quema, la cosa ha cambiado. Por eso abrigo la
esperanza de que las revoluciones que hemos visto en este siglo se hayan
acabado ya, por aquello que decía Goethe, que de la cantidad sale la calidad.
–Esto lo dicen los marxistas.
–Marx lo sacó de Goethe.
–Usted, desde el ángulo religioso, ¿por dónde
navega?
–Yo, hasta la fecha, carezco de sensibilidad
religiosa. Me encuentro como un mediterráneo más, y ya sabe que los
mediterráneos no tenemos sensibilidad religiosa. Nosotros creemos aquello de
que la vida es una aventura, a menudo desagradable, situada entre una nada
inicial y una nada final. Esta frase es una tontería, pero es una frase
inmortal. Nosotros la religión la utilizamos cuando estamos enfermos y cuando
nos tenemos que morir. No se por qué [...].
–¿Cuál es su ética?
–La ética burguesa corriente: la bondad. Yo creo
que no he hecho nunca daño a nadie. Entiéndame: puede que haya hecho mucho daño
sin enterarme; pero, al menos, no he pedido nunca nada a nadie y he luchado
contra lo que me parecía mal. Por ejemplo: yo he sido un gran adversario de la
prostitución. Ahora bien, si usted me dice que el capitalismo es una
inmoralidad colectiva, entonces le diré que yo estoy dentro de esta inmoralidad.
Pero no creo que el comunismo resuelva nada.
–¿En qué consiste saber escribir?
–En mi opinión, para escribir en una determinada
lengua, la primera cosa que se requiere es enterarse de cómo va formada esta
lengua. El genio de todas las lenguas latinas consiste en poner un artículo, un
sustantivo, un verbo y un predicado. La mejor frase que se ha hecho en nuestra
lengua es "la puerta es verde". Punto. Y luego sigue otra frase
[...]. En definitiva, yo soy partidario de la literatura realista poética. ¿Usted
no?
–Tendríamos que definir realismo poético.
–El realismo poético consiste en encontrar los
adjetivos. En la mayoría de los escritores los adjetivos son falsos. En cambio
los adjetivos de Shakespeare son siempre verdad. Shakespeare, que es el mayor
escritor del mundo (salvando los orientales, que desconozco), acierta siempre
los adjetivos. Es lo esencial. Acertar de verdad. Con toda la complejidad que
la limitación humana permita [...].
–¿Lee novelas?
–Considero que un hombre que después de los 40
años aún lee novelas es un puro cretino. Lo cual no quiere decir que en el
mundo no existan ocho o diez novelas magníficas. "Stendhal: dos o tres
cosas de Balzac; "Guerra y paz", de Tolstoi; algunas narraciones de
este chico inglés, Dickens; muy buenas. Y en fin, esta historia de Proust, que
no está nada mal [...].
–¿En estos momentos, qué lee?
–En estos momentos leo las "Memorias de
Talleyrand", que fue un tipo considerable. Más importante que Napoleón; ya
ve lo que le digo. Pero sírvase más vino. Esto no hace daño. Yo he sido un gran
bebedor, sí, casi un puro alcohólico. Ahora lo he dejado, exceptuando el whisky
que no hace daño. El coñac hispano, en cambio, es muy peligroso. Probablemente
ha causado más bajas que la Guerra Civil. Oiga, ¿este aparato está funcionando?
–Sí, pero no se preocupe usted.
–Caramba. Con la cantidad de sandeces que le he
dicho. ¿Cree que dará algún resultado este sistema? Usted tenía que haber hecho
como los periodistas, mandarme unos papeles con unas preguntas, y yo, esta noche,
tras una prudente reflexión, le habría escrito frases inmortales.
–Hemos de asumir el riesgo.
–En todo caso tenemos que acordar que ustedes
volverán [...]. Pero sin traerme este aparato. Me avisan con unos días de
tiempo y vienen a comer la cocina popular que aquí se estila. Y si no les gusta
les freiremos una tortilla y al caray. Ahora podemos ir a Pals. Le enseñaré a
usted el paisaje más importante del país.
–Sí, vamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario