sábado, 27 de octubre de 2012

Si dices que fae un bon día, pégote un tiru...

             
          Un John Wayne resacoso en el porche de su casa desayuna con vino dos huevos fritos que le acaba de preparar Maureen O’Hara. El ínclito personaje interpretado por Wayne, George Washington McLintock, es un terrateniente ganadero en Arizona, practicante habitual de caducos principios de rudeza y machismo propios de la época y del lugar. Aunque El gran McLintock fue rodada ya hace casi cincuenta años, en 1963, estos días me viene a la cabeza por doble razón. Una es el reciente doblaje al asturiano de la película por la gente amiga de Gonzali Producciones, que no puedo menos que recomendar, y otra es la controversia suscitada a cuenta de quien esto suscribe en un grupo de Facebook con cuyo administrador, paciente pastor en la red social, acordé amablemente mi salida, de igual modo que amable fue su propia invitación a mi participación no más de dos o tres meses atrás. 






            El grupo en cuestión se creó para dar cabida a todos aquellos vecinos de los concejos de Caso y Sobrescobio disconformes con algo, "reivindicamos todo", con la administración de ambos ayuntamientos, especialmente si cabe con la gestión del Parque Natural de Redes e incluso con la propia existencia de la figura legal de protección. El espíritu tal cual de la cuestión, así en primera instancia, no se antoja ni quimérico ni fuera de contexto, ambiguo en todo caso. Quizá, y perfectamente disculpable por lo prematuro del grupo, la posición ideológica (no necesariamente política) está por definir y aquellas líneas de acción que parecen querer emprender aun no disponen de la base argumental necesaria. Carencias que, en todo caso, bien podrían ir subsanándose en el tiempo de no ser porque finalmente se observa que al pastor mayor y pseudoideólogo se le acumula el trabajo (y, hasta ahora, no ha querido profundizar en cuestiones de calado, limitándose a lanzar brindis al aire en forma de recomendaciones (?) a la administración pública), pero fundamentalmente, y esta es la condena grupal, porque la mayoría de sus miembros actuan a modo de observadores pasivos ante una caterva de media docena de estultos indocumentados que anotan sin reparos sus exabruptos en el muro del grupo.

          Cuando ya hace cuatro años fui afortunado de llegar a Bezanes, pequeña aldea perteneciente al Ayuntamiento de Caso para el que desde entonces pago los impuestos locales, pronto tomé conciencia del conflicto entre vecinos y territorio administrado, contrario sin duda a los principios de la conservación promovidos por la Ley 4/1989 y al principio, más importante, de conciliación social, económica y política. Por ello, puede resultar paradójico que algunos pretendidos “defensores” del territorio y de sus costumbres hayan cargado vía red social contra un servidor cuando de la forma más cortés posible se interesó en la citada red por conocer las líneas argumentales del grupo así como por algunas cuestiones concretas tales que la propuesta de un considerable número de vecinos de Caleao para crear una reserva de bisontes europeos o, sin alejarnos de este valle, la aun no descartada posibilidad de crear un tercer pantano que otro también considerable grupo de vecinos del mismo pueblo defendió con algunos argumentos que, aunque debatibles, son perfectamente defendibles.

            Las redes sociales en general, y este grupo en particular, suelen ser un barullo, permítaseme la expresión. Sin tiempo me quedé para conocer la posición del grupo respecto a la central de biomasa propuesta por la languideciente HUNOSA, ya que donde pregunté por el pantano se me acusó de ser partidario de este (cuando mi rechazo razonado fue publicado en su momento por la prensa regional); donde consulté por la reserva de bisontes europeos se me tildó de querer importar bisontes americanos y hasta ¡búfalos africanos!; donde postulé por lo relativamente reciente de la tradición, las costumbres y la cultura locales (milenio y medio, a lo más dos milenios) se me tachó de tergiversador de la historia afirmando mi interlocutor que la agricultura y la ganadería ya se practicaban en Redes miles y miles de años atrás (diríamos pues que antes de la romanización y su arado, e incluso antes de la revolución neolítica del Creciente Fértil) añadiendo, sin apenas sonrojo, que la ausencia de pruebas arqueológicas o documentales de las prácticas ganadera y agrícola en Redes era debida a que “estas tierras siempre fueron feudales y por ello no quedó nada” (sic), lo cual viene a significar, además de la evidente carencia de conocimiento histórico, que los neandertales, agricultores y ganaderos que ya entonces andaban en madreñas, eran los vasallos de un feudalismo paleolítico, que no medieval, ejercido por, en ausencia de otros señores, los homo sapiens. Churras, merinas y xaldas, todas juntas. Histeria versus historia. Vamos, que cuando el grupúsculo reclute otros dos o tres histeriadores habremos de reescribir esta última. Si en el muro todo devino en una antología del disparate, mediante correo interno fui atacado de forma soez y amenazado por una escopeta que "igual tira contra un llobu, contra un osu, que contra un subnormal". Como diría el personaje de José Mota… ¡ay como están las cabezas!…El colmo del absurdo es la colección de "me gusta" (esa herramienta también social de nula utilidad, valga la redundancia, social) que se regalan entre sí la media docena de sicofantes alborotadores del grupo, más el de algún otro tisanuro guarecido en la oscuridad cibernética.... Asinus asinum fricat.

          Seamos algo más serios y considérese, aunque sea brevemente, cómo pueden afectar al comportamiento ecológico aquellos problemas que tiene nuestra mente para procesar información, sesgos y distorsiones que contribuyen a explicar el sorprendente hecho de que la magnitud de la crisis socioecológica no haya tenido la respuesta ciudadana que parecería merecer a los ojos de un observador imparcial. Parte de la respuesta podría estar en los sesgos de procesamiento cognitivo que son esperables, sobradamente conocidos por los psicólogos, y que empezaron a conocerse cuando se aplicaron a la ciencia económica a partir de la obra de Amos Tsverky, psicólogo cognitivo y matemático, y del premio Nobel Daniel Kahneman. Sí, el mismo que acertadamente sostiene que la gente vota sobre cosas de las que no tiene ni idea. Otro pensador contemporáneo, el creador de la negociación racional en un mundo irracional, el norteamericano Max H. Bazerman, jugando con esta idea definía, por ejemplo, el cambio climático como una “sorpresa tristemente predecible”, y señaló cinco sesgos cognitivos o heurísticos, que no dejan de ser procesamientos simplificados de la información que sistemáticamente pueden llevarnos en la dirección menos adecuada a la hora de comprender y actuar en relación con los problemas socioecológicos.

          El primero de ellos es nuestra predilección por los esquemas de “causa única”, una tendencia que nos conduce a intentar identificar y tratar una raíz  única de los problemas frente a lo que son, con toda certeza, problemas multicausales. El segundo son nuestras “ilusiones positivas”, que nos llevan a infraestimar la gravedad de los problemas en general. En tercer lugar sitúa nuestro “egocentrismo cognitivo”, el mismo que nos hace interpretar lo que sucede del modo que nos favorezca y que tiende a reforzar el status quo, es decir, las cosas como están. Nuestra tendencia a responder sólo a  los problemas que experimentamos directamente o a través de percepciones claras es el cuarto de los sesgos. Por último, Bazerman destaca que operamos con “tasas de descuento” excesivamente altas hacia los problemas futuros.

            Probablemente estos sesgos tengan raíces evolutivas. Considérese, a modo de ejemplo, el tipo de amenazas a las que nos hemos enfrentado a lo largo de cientos de miles de años y ante las que, por lo tanto, estamos mejor preparados para responder. Se trata de amenazas que son visibles, con precedentes históricos o biográficos, inmediatas, con causas simples, causadas por otros, humanos o no humanos, y con impactos personales directos. Piénsese en una escaramuza entre tribus, una hambruna o un incendio… y ahora piénsese en los rasgos que definen un problema socioecológico como la interrupción del ciclo del nitrógeno o la acidificación de los océanos: invisible, sin precedentes en nuestras vidas ni en la historia, de muy largo recorrido, resultado de causas complejas, causados por todos y por ninguno, impredecibles y con impactos personales indirectos.

            No quiero concluir sin considerar un sexto sesgo que, si bien no está en la lista de Bazerman, es uno de los más importantes en nuestro procesamiento informativo: el sesgo de la confirmación. Este sesgo hace que las personas busquemos información coherente con lo que previamente pensamos, sentimos o queremos,  y nos conduce a descartar, evitar u olvidar otra información que nos pudiera hacer cambiar de opinión y/o comportamiento. Este sesgo se constata cuando las personas muestran una fuerte preferencia por sus modelos previos, por ejemplo, del calentamiento global, haciéndoles susceptibles de sesgos confirmatorios que llevan a interpretar erróneamente datos y tendencias, como cuando se confunde de forma constante tiempo (fenómeno meteorológico, corto plazo) y clima (datos estadísticos, largo plazo).

          Acertaba Nietzsche cuando afirmó que las convicciones son más firmes enemigos de la verdad que la propia mentira. "Si dices que fae un bon día, pégote un tiru", bramaba John Wayne a Maureen O’Hara mientras esta le servía los huevos fritos… Después, arrogante e inevitablemente antropocéntrico, bien podría irse a pegar tiros a lobos, osos, bisontes o diplodocus...

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