Es casi seguro que en alguna ocasión los lectores de Edgar Allan Poe (1809-1849) hayan tenido
entre manos El Cuento Mil y dos de Sherezade. La historia es una
escalofriante versión del destino final de la famosa narradora de Las Noches
árabes. El cuento en sí se lee con mucho deleite por el enorme despliegue
de conocimientos de los que se vale Poe para crear un argumento alucinante.
Habla, por ejemplo, de bosques petrificados en Texas, el daguerrotipo, la pila
voltaica, el jugador autómata de ajedrez de Maelzel, la máquina calculadora de
Babbage, el electrotipo, el león-hormiga y las abejas. Esto último resulta lo
más sorprendente. En una de las páginas de dicho cuento se lee lo siguiente
(véase Aventuras de Arthur Gordon Pym
y otros relatos, editorial Optima, Barcelona, 2da edición, 1999, p.
295):
"Abandonando aquella tierra, llegamos en seguida
a otra, en la que las abejas y los pájaros son matemáticos de tanto genio y
erudición que diariamente dan lecciones científicas de geometría a los sabios
del imperio. El rey de aquel lugar ofreció una recompensa por la solución de
dos problemas muy difíciles; problemas que fueron resueltos al momento: uno por
las abejas y otro por los pájaros; pero el rey guarda su solución en secreto y,
sólo tras muchas discusiones y trabajo y la escritura de voluminosos libros
durante una serie de años, llegaron los hombres matemáticos finalmente a
soluciones idénticas a las dadas por las abejas y por los pájaros."
Como se observa, Poe hace clara alusión a dos ancestrales
problemas de las matemáticas. El primero, el de los pájaros, fue estudiado y
analizado por el genio renacentista Leonardo
da Vinci en El Códice de los pájaros (Biblioteca Real de Turín), que, dicho sea de paso, fue elemental para propiciar la invención
de los molinos de viento y los aeroplanos. El segundo, igualmente interesante,
es el problema de las abejas, del cual quiero detallar algunas cosas, que si
bien no son nuevas, resulta interesante recordar desde el punto de vista matemático.
Es popularmente conocido que las abejas son insectos
sociales que se esfuerzan denodadamente en las colmenas (no tanto si
consideramos los últimos estudios científicos), pero ¿cuántas personas saben
que la construcción de la estructura interna de una celdilla del panal esconde
un maravilloso y peculiar proceso matemático? ¿Quién podría sospechar que
almacenar miel en un panal es un problema de máximos y mínimos? ¿A qué se debe
la forma hexagonal de las celdas que forman el panal? ¿A qué se debe la
elegante simetría de dichas celdas? Aunque ya anoté algunos descubrimientos matemáticos en una entrada anterior, añadiré ahora otra cuestión de interés en relación a la forma geométrica del fondo de las celdas.
Las abejas construyen las celdillas de forma que sus
paredes forman ángulos tan exactos que pueden almacenar en su interior la misma
cantidad de miel empleando la mínima cantidad de cera en su construcción y
lograr así la mayor estabilidad de la estructura, lo cual sucede cuando cada
celda dispone de un fondo piramidal constituido por tres planos que se
encuentran en un punto formando tres rombos idénticos. Para entender esto véase
la figura siguiente:
El ángulo JKL y el perímetro hexagonal determinan la
forma final de la estructura más adecuada de la celda para almacenar la miel.
¿Cuánto mide dicho ángulo? ¿Qué tiene que ver con la forma hexagonal de la
celda? Pues fueron grandes interrogantes, hasta que genios como Johanes Kepler,
Charles Darwin, Giaccomo Maraldi, Lord Kelvin, Samuel Koenig, Gabriel Cramer y
Colin Maclaurin los estudiaron a fondo. De entre las soluciones al problema de
las abejas Maurice Maeterlinck (autor belga y premio Nobel de literatura en
1911) destaca, en su magnífica obra La vida de las abejas (léase capítulo
4), la de Maclaurin (el autor del famoso desarrollo en serie), cuyo trabajo al
respecto puede encontrarse en los anales de la Sociedad Real de Londres. El
ángulo agudo JKL resulta tener un valor aproximado de 70° 31'.
Algunos, como D'Arcy Thompson en su célebre On
Growth and Form (Sobre el crecimiento y la forma), sugieren que la
forma hexagonal es producto de la tensión superficial; otros, como Darwin,
especulaban con que las celdas se acomodaban de tal forma que los espacios
vecinos se redistribuyen partiendo de una forma cilíndrica hasta adoptar la
inevitable forma hexagonal.
Para Keith Devlin en El lenguaje de las matematicas
"... no son las leyes de la
naturaleza inanimada las que dan a los panales su elegante forma simétrica; son
mas bien las propias abejas las que construyen sus panales de esa manera.
Secretan la cera en forma de copos sólidos, y construyen el panal celda por celda y cara por cara. La
humilde abeja es en algunos aspectos, por lo que se ve, un geómetra altamente
consumado, al que la evolución ha equipado para la tarea de construir su panal
de la forma matemática óptima."
Aunque se trate de una licencia literaria, resulta muy
sorprendente lo leído en el best seller de Dan Brown, El Codigo da Vinci
(Doubleday, traducción española de Juanjo Estrella, Barcelona, Umbriel, 2003,
Cap. 20, p. 121), sobre que la proporción aurea esté bastante relacionada
con el mundo de las abejas, pues según dicho libro al dividir el número de
hembras por el número de machos de cualquier colonia siempre se obtendrá como
resultado el increíble número áureo: 1,618... Dejo la validez del dato como ejercicio para los lectores ¿Será este un dato
empírico o se deducirá de la forma en que se reproducen las abejas?
Finalmente, imaginemos que hace mucho tiempo existían diversas especies de abeja, que paralelamente construían celdillas de diferentes geometrías. Aquellas que gastaban menos recursos tenían una clara ventaja sobre las demás. ¿Se trata de una ventaja evolutiva según el concepto darwiniano?
Finalmente, imaginemos que hace mucho tiempo existían diversas especies de abeja, que paralelamente construían celdillas de diferentes geometrías. Aquellas que gastaban menos recursos tenían una clara ventaja sobre las demás. ¿Se trata de una ventaja evolutiva según el concepto darwiniano?
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