"Sin duda hay espacio en el mundo, incluso en los países viejos, para un gran aumento de población... Pero veo muy pocas razones para desearlo. Porque la densidad demográfica necesaria para permitir a la humanidad obtener todas las ventajas imaginables y en el más alto grado, tanto por cooperación como por intercambio social, ya se ha alcanzado en los países más populosos...
Una cierta población puede resultar excesiva, aunque esté bien alimentada y vestida, pues nos situaría ante un ideal muy pobre, el de un mundo del cual se extirparía la soledad. En el sentido de que estar solo con frecuencia, resulta esencial para cualquier nivel de meditación o de carácter; siendo esa soledad, en presencia de la belleza y grandiosidad de la naturaleza, la verdadera cuna de los pensamientos y de las aspiraciones que son buenas para el individuo, y sin los cuales no puede pasarse la sociedad...
Tampoco sería para estar satisfechos contemplar un día un mundo en el que no queda nada para la vida espontánea natural: suelo cultivado hasta el último ápice..., todas las tierras de pastos, aradas... con todos los cuadrúpedos o aves que el hombre no puede domesticar exterminados por ser sus rivales en la alimentación... Si la tierra tiene que perder esa gran porción de lo que de ella es agradable, a causa del crecimiento ilimitado de la riqueza y de la población... sinceramente espero que los partidarios del estado progresivo se conformen con ser estacionarios mucho antes de que la necesidad les obligue a ello".
(John Stuart Mill, Principles of Political Economy, según última edición de 1871).
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