Un vuelo hacia Frankfurt, y desde allí tren hasta Nüremberg, donde acaba de ser inaugurada la mayor exposición de los últimos cuarenta años sobre
el pintor alemán Alberto Durero (1471-1528) en el Germanisches National Museum de su ciudad natal. Los obsesivos autorretratos y las miradas
hipnóticas que Durero imprimió en sus cuadros componen un misterio a desentrañar
para aficionados y, en especial, para los organizadores, que aprovechan la coyuntura para tratar de discernir el
origen de lo que se ha revelado como una obstinación de Durero en dejar ocultas
señales en sus obras.
Autorretrato con pelliza (1500), o Autorretrato con abrigo de piel,
óleo sobre lienzo, 67x49 cm, en Alte Pinakothek, Múnich.
En la Edad Media, un pintor era solamente un artesano y
disfrutaba de la misma posición que un cantero o un tallista. Los pintores
estaban acostumbrados a “desaparecer” detrás de sus obras. Por lo general, ni
siquiera firmaban estas y posteriormente eran olvidados. Apareció entonces un
hombre poseído de una suprema confianza en sí mismo. Durero llevó el autorretrato un paso más allá y se retrató como era
en realidad, creando el género de los autorretratos. Se conocen cinco de ellos
de su etapa temprana y precisamente el que ilustra esta entrada es el único que
falta en la exposición de su ciudad natal, negado desde Múnich por motivos de
conservación.
'Autorretrato con pelliza', o
'Autorretrato con abrigo de pieles',
es el más trascendental de ellos: nunca antes se había pintado en una pose tan
intransigentemente frontal. Hasta aquel momento, el estilo que eligió para representarse en esta obra estaba reservado
para Jesucristo o para la realeza. Darse deliberadamente el aspecto de
Cristo en esta obra, era una sólida declaración de intenciones y respaldaba la
firme opinión de Durero sobre que la creatividad del artista se deriva
directamente de los poderes creativos de Dios.
'Autorretrato con pelliza', construido en un arreglo piramidal de
planos, permaneció en poder de Durero durante toda su vida. Posteriormente se
consideró el monumento del pintor a su idea de lo que era realmente un artista.
Traducida, la inscripción en latín dice: “Yo, Alberto Durero, de Nüremberg, me
pinté así con mis propios colores a la edad de veintiocho años”.
A lo largo de los últimos cuatro
años, gran parte de los cuadros más tempranos del artista han sido escaneados
en busca de pistas sobre la evolución de su técnica y los hallazgos son
sorprendentes. Algunos saltan a la vista, como el sol in corde leonis que ornamenta el 'Retrato de Johannes Kleberger', un rico e influyente comerciante
alemán afincado en Lyon que podría haber encargado él mismo la inclusión del símbolo
en la pintura. Otras, sin embargo, son claramente iniciativa del pintor. En el 'Autorretrato'
cedido por el Museo del Prado, por ejemplo, se ha descubierto que Durero aplicó
pintura directamente con los dedos para componer la figura de los guantes, cuidándose
de que su huella digital quedase impresa y perfectamente reconocible en la
pintura.
En total, se han
reunido 120 obras de Durero que incluyen desde el 'Autorretrato a los 13 años' (1484), un
préstamo del museo Albertina de Viena, hasta la 'Adoración de los Reyes' (1504), de la galería Uffizi de Florencia.
La exposición ofrece además
una ocasión única para comparar de forma directa trabajos de Durero con los de
algunos de sus contemporáneos y la influencia que ejercieron sobre él otros
artistas de la región de Franconia (el sur de Alemania). Tras recorrer los 1.300 metros cuadrados de
exposición, resulta
evidente la contribución de Durero al desarrollo de un nuevo concepto del arte,
lo que le permitió ser el primer artista alemán que ya gozaba en vida de un
reconocimiento en toda Europa.
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