lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre Onetti y la isla de Latorre, cuando ya no importe...

            Yo pude y una tarde falté a la cita no pactada y estuve ayudando a que el sol enrojecido buscara escondite detrás de la isla de Latorre. Dicen que era o fue refugio o cuartel general de contrabandistas tal vez fantasmas o simplemente fantasmas. Dicen que los que se acercaron a su luz engañosa no volvieron.

          La isla de Latorre siempre conservó su misterio y no seré yo quien lo estropee. Si alguna vez existió un fundador y propietario, los mismos viejos que dicen haber vivido aquella gran inundación que bajó desde Brasil coinciden en sus visiones. Latorre era o había sido obeso, blancuzco, amadamado, tímido y bondadoso.

          Pero no, esto no vale. La verdad es que sigo apartado de Díaz Grey y su entorno. Que me alimento con comidas enlatadas que pocas veces pongo a calentar, que algunos dolores soportables relampaguean de vez en cuando por mi vientre, que bebo un vino muy fuerte y casi negro. Y que sigo escribiendo.

(“Cuando ya no importe”, Juan Carlos Onetti, 1993)



Oak Island wildlife area, por Bill Sharp, tinta y acuarela sobre Moleskine.

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